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Impunidad subjetiva. Parte 7ª

Publicado el 26 noviembre 2010 por Bloggermam
Impunidad subjetiva. Parte 7ª
AVISO: El siguiente relato contiene escenas de violencia y sexo explícitos. Debes ser mayor de edad de acuerdo con la legislación de tu país. Si continúas leyendo será bajo tu responsabilidad.
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Kevin ve que Claudia se escapa, le ha tomado mucha delantera y va a ser difícil alcanzarle. Se sube los pantalones, sale corriendo, resbala con las piedras de la gravera, cae. E instintivamente agarra varias piedras lanzándolas contra Claudia. La luna llena que había jugado a favor de Claudia, ahora se volvía en contra de ella. 
Ahora es un blanco fácil para el joven que ha pasado media vida tirando piedras contra los patos del río, de modo que al quinto intento tiene éxito y Claudia cae al suelo por la potente pedrada que recibe en mitad de su espalda.
Se iguala la carrera. El muchacho sale corriendo con una piedra en la mano izquierda y el cuchillo en la derecha. No tiene tiempo que perder y su idea es única: alcanzar a Claudia y apuñalarla con saña. Cada una de las palabras que le dijo hace un momento le resonaba en la cabeza. Y saberse víctima de un engaño tan grande le hacía sangrar su orgullo como si ella ya le hubiera apuñalado. Vengar a su novia era secundario. Ahora era una cuestión personal, en la que se estaba jugando su vida y su dañado engreimiento juvenil. Era muy probable que pasara una temporada en un reformatorio y unos años en la cárcel, pero de él no se reía ni su padre. Al fin y al cabo en la cárcel tendría tiempo para aprender un oficio y salir con alguna oportunidad de trabajar cuando la maldita crisis, de la que hablaban sin cesar todos los parados de su familia, pase.
La carrera desenfrenada de Kevin iba a tener éxito. Sólo estaba a diez metros de su objetivo y ya agarraba con decisión el cuchillo cuando de repente fue embestido por algo que lo derribó desarmándole al tiempo que se levantaba una gran polvareda.
El grito sofocado de Kevin llegó hasta Claudia que no detuvo su carrera hasta que oyó una segunda voz, que reconoció inmediatamente. Era Daniel, el hermano de Jonás, que también vivía en la granja. Éste no iba a ser tan fácil de engañar como Kevin. De momento le había echo un favor, pero se detuvo en seco al darse cuenta de que todo su fantástico plan estaba a punto de venirse a abajo.
-Valiente cabrón...¿qué ibas a hacer a la muchacha, hijo de puta? – bramó Daniel, al tiempo que le daba una patada en el estómago que secó el poco aliento que le quedaba a Kevin. 
Daniel veía al joven fuera de combate, no obstante le rodeó asegurándose de que el cuchillo no estaba al alcance del joven que yacía extenuado en el suelo.
A duras penas pudo susurrar “Ha matado a mi novia”,  señalando con el dedo acusador a Claudia, que lo miraba con asco a una distancia prudencial. “Lo juro, está muerta en la arboleda”.
-Bueno, eso ya lo veremos. Mejor se lo vas a contar a la policía. Si te mueves te parto el cuello ¿entendido? –Miró a  Claudia y su lamentable aspecto le conmovió- acércate pequeña que este ya no te va a hacer nada. Tranquila, todo ha acabado.
En el suelo Kevin está resignado a su suerte, hasta que ve como Claudia se acerca a Daniel con una sonrisa que conoce. Una sonrisa fría que antes le hacía gracia y ahora le produce escalofríos. En ese momento comprende que su terrorífica amante va a acabar con la vida de Daniel. Y a renglón seguido se da cuenta de que le interesa colaborar en la muerte del hombre para tener vía libre hacia el cuello de Claudia.
Daniel resopla satisfecho mientras se dispone a llamar a la policía, ignorante de que ambos adolescentes le han dibujado un destino mortal.
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