No podia creer lo que había pasado.
Su aliento de resaca se deslizó sigilosamente por el borde izquierdo de las sábanas aún calientes. Recogió sus ropas de puntillas y salió a hurtadillas - ¡no se vaya a despertar! - de lo que esa mañana no era sino la ruina del Teatro de los Sueños de ayer noche.
Aliviada, se siguió haciendo la dormida.
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