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Incomprendida

Publicado el 24 mayo 2010 por Encantada
IncomprendidaUno de los sentimientos que más alienantes me resultan es la incomprensión. Tratar de explicar tu mundo interior, de compartirlo con otra persona, y darte cuenta de que resulta inútil. Que sus observaciones, consejos, reacciones, no tienen nada que ver contigo.
Me avergüenza un poco hablar de este sentimiento porque me recuerda a mi adolescencia, a aquella postura atormentada que tanto me gustaba adoptar, en forma de barrera infranqueable para el resto, que, en cualquier caso, no me iba a entender. Y aunque, de hecho, es probable que entenderme no fuera fácil (para mí misma la primera), hoy creo que es una actitud que, en general, he conseguido dejar atrás.
Y sin embargo, de alguna manera necesito decir que, desde hace unos días, me siento muy incomprendida. Siento que mis últimas conversaciones han caído en saco roto, que sólo han servido para mostrar una visión deformada de mí misma, una imagen con la que no me identifico y que ahora no sé cómo borrar.
Entiendo que la incomprensión de los demás parte de una inexplicación mía. Porque a veces no sé explicarme. A veces no sé lo que me pasa. A veces no encuentro las palabras. Y otras veces, sencillamente, no quiero hablar.
Estos días necesitaba estar sola. Estar sola y triste, no para regodearme en mis desgracias, sino para pensar. En algunos momentos, este es el único método que conozco para ver un poco más claro: sentarme conmigo misma, estrujarme los lacrimales y, después de repasar todas las hecatombes posibles, dar milagrosamente con una solución.
Pero este método no goza de mucha popularidad entre algunas personas, que consideran que, cuando una se encuentra mal, necesita, invariablemente, hablar con alguien. Y esto es algo que a veces es verdad, y otras no. Que para algunas personas es verdad, y para otras no.
¿Qué es lo que he aprendido de esta experiencia de incomprensión? Que cuando todo mi cuerpo, mi sabio inconsciente, me digan que necesito estar sola, debo hacerles caso. Que cuando no me apetezca hablar, aunque me pregunten, debo mantener silencio. Que para dar el paso siguiente, tengo que escuchar mi propia voz y no dar a luz una caricatura de mí misma. Y que todo esto es bueno, está bien y puede resultar fácilmente comprensible para quien me conoce un poco o, al menos, desea hacerlo.
Y que quien no esté en ese caso… es posible que no sea importante.
Encantada.

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