Revista Talentos
Tras exprimir a cinco generaciones de egipcios, y justo en el instante en que se acababa de colocar el último y puntiagudo bloque de piedra sobre lo más alto de su imponente y colosal pirámide funeraria, Amenapakthón III decidió que prefería ser incinerado y sus cenizas, arrojadas al río Nilo.