Soy impúdica y correcta al mismo tiempo. Blasfemo de los fantasmas de la ficción, fugitivos de lo retorcido de mis pensamientos. Todo lo que escribo, toda representación es ficticia, blasfemias, una vulgar mentira. Pero todo versa sobre lo real, sobre las bajas pasiones; de lo inherente al sexo y a la muerte. El monstruo que habita en mí se hace más grande, a medida que retrato a las bestias, ¡oh!
Quiero decir, me nutro de la mierda que escupen los devoradores de la exposición ajena. De aquello que les resulte repulsivo, incorrecto. Me puedo recrear en la estupidez de terceros o en la mía propia, a modo de ociosa catarsis. Sé que el dolor sordo de otros entretiene, distrae o se identifica al propio -un orgasmo literario-. A los simples les cuesta descodificar artificios de excitados egos, los encuentran pedantes y aburridos; abogan por una insípida pero aguda naturalidad. En parte les doy la razón; hay mucho proxeneta (editor) suelto…
Uf… Sí… Soy impúdica y correcta al mismo tiempo. Solicito que concedan la redención del monstruo que habita en mí. Está hambriento... Y resentido.
Fdo. La abuela absurda.
Ylka Tapia.
26/05/2010.