Dos días, tres vuelos, interminables horas de escalas, y el placer de conocer y compartir historias en el aeropuerto de Sao Paulo con una pareja de abuelos de más de 85 años que le han dado casi la vuelta al mundo, son sólo algunos sabrosos detalles que me trajeron hasta las tierras del incienso y el masala chai.
Son tantas las sensaciones nuevas que te provoca este alucinante país desde incluso antes de llegar, que a pesar de sentirme preparada y conocer a priori su cultura, cuando pisas India por primera vez, y te pierdes entre la multitud, con el deseo quizás de ser aceptada como una más, te das cuenta que “has sido contagiada”, y el resto de tus días no serán para nada fáciles.
El éxtasis incontrolable de los sentidos, acompañado de millones de imágenes que desfilan por la retina sin que puedas hacer nada para almacenarlos y poder recordar, provocaron en mi un pequeño colapso… Y no me refiero al típico shock cultural que pudiera ocurrirle a alguno que otro viajero, porque déjenme decirles que yo me sentía mucho mejor, y más cómoda que en mi propia casa.
Se trataba de un tema espiritual quizás, un estado de impaciencia que sin pensarlo ni buscarlo me llevaron a uno de los templos más grandes y sagrados de la India perteneciente al Sikhismo, una de las religiones principales que cuenta con aproximadamente 18 millones de fieles sólo en este país.
Fundado en el siglo XV por el Gurú Nanak, quien tenía como idea unificar hinduismo e islamismo, los sikhs basan sus creencias en la humildad y ayuda al prójimo.
Entre sus reglas de oro está prohibido cortarse el cabello pues es signo de espiritualidad. Es preciso llevar siempre consigo un pequeño peine de madera, un brazalete metálico, ropa interior de algodón, y un kirpán (pequeña daga ceremonial que simboliza poder y libertad).
El templo llamado Gurudwara Bangla Sahib, acoge diariamente a unas 2000 personas, quienes luego de sus respectivos momentos de oración, tienen la opción de comer gratuitamente. Este es el fin de la limosna, no importan las razas, castas o religiones, de igual forma si tu deseo es colaborar, aqui puedes hacerlo sirviendo y cocinando para los cientos de devotos que esperan ansiosos por un poco de alimentos.
En su interior, al son hermosas tonadas mujeres, hombres y niños se acercan al altar. Algunos se arrodillan y dejan limosna, mientras que otros permanecen sentados alrededor, orando, pensando, o sólo meditando, y la energía es tan limpia y acogedora que es imposible no querer quedarse por un momento observando la perfecta arquitectura, y brillantes reflejos que atesora este lugar.
Cuando salí del templo por fin pude respirar en paz, ellos me obsequiaron en sólo unos minutos la tranquilidad que tanto necesitaba. Un pedacito de la India tan trascendente, que me hizo recordar cual era la idea original de la creación de este blog y de la vida misma, COMPARTIR.
A través de Viajera Soy les quiero compartir las experiencias, y lugares más bellos que he tenido la fortuna de poder conocer, les regalo una parte de mi, un poquito de Fernweh para todos esos espíritus viajeros y soñadores que se muchos de ustedes llevan dentro.
Porque en cada lugar existe una historia, yo estoy aquí para contárselas…