Inerme,
incapaz de darte nada,
cuando tanto quise darte.
Quisiera darte la vida que te negaron,
la bandera que nos robaron,
la juventud que por tu lucha,
apostaste...
y perdiste, como tantos otros,
por las tierras de aquella España,
rota.
Quisiera darte el perdón que no querías
y ese anhelo de memoria que nos niegan,
día a día.
Tanto quisiera darte,
que nada puedo...
Quisiera contarte historias de luciérnagas
o de unicornios y amores furtivos
o imposibles;
y escuchar tu voz inmortal
atronando en las trincheras,
y recordar juntos aquella helada primaveral
que ahuyentó los pájaros...
al Sur.
Quisiera beber contigo
los vinos de nuestra tierra
y darte ofrenda viva
de la silente voz de mil poetas
que lloran tu cruel ausencia
y hablarte, como a un hermano,
de mi risa y de mis sueños,
del miedo de las gentes al destierro y el olvido,
de los vientos que nublan los sentidos
y de mi propio desaliento.
Mas, nada y nada tengo;
y tanto y tanto quisiera darte,
que nada puedo.
Manuel Villacieros Juliá, Alicante, 1951