Te enamorás perdidamente. Lo vivís. Lo gozás. Lo padecés. Se concreta. Parece algo estable y que va para adelante como el ramal San Martín.
Rejuvenecés y envejecés intermitentemente. Llega la tan ansiada estabilidad. Luego la noche con una sucesión de tormentas y silencios, hasta que se instala el silencio definitivamente.
Vivís y sobrevivís para contarlo.
Incluso, ya viviendo en el país de la supervivencia, contás ante los paparazzi que no salió como esperabas, que no fue eterno ni mucho menos, que duró un poco más de lo necesario porque tomás en cuenta el último período de agonía. Llámese agonía al que arranca al empezar a recibir cartas documentos, alertas de expropiación por demolición total del amor, y al final la llegada de la grúa con la bola de derribo.
Lo simplemente majestuoso, valiente, intenso, sereno, el amor en la quinta dimensión, es finito.
Y su final acontece hoy lunes al mediodía. Le dirás que ya no más. Con el corazón en la mano, con el ceño estrujado, con los ojos opacos. Es lunes. Se arranca con el gimnasio, la dieta y la disolución de esta sociedad sin fines de lucro. Al resto de los días les llegará la sombra de la ausencia. A otros el desborde existencial de quien no se banca la soledad.
Tal vez no sean muchos los meses. Tal vez te sorprendas, y estés un año o más dando vueltas en el limbo existencial de la soltería.
Sin darte cuenta te levantás otro lunes setecientos cincuenta y tres días después de ese lunes y te preguntás qué está mal con vos. Y la respuesta es más compleja, más sencilla, más corta, más larga, más dolorosa de lo que pensabas.
Tengo una teoría según la cual uno más uno en el amor nunca da dos. Menos que menos da uno. La fórmula exclusiva de una pareja da un número único en el universo, indivisible, indisoluble, inexistente hasta ese entonces. Es un código que nunca se volverá a formar con otros dos que se unan.
A este cálculo, se le suma otro, que figura en el anexo 4 del libro de las relaciones: el tiempo juntos multiplicado por el pre-quirúrgico, más el período de kinesiología, sumado al del duelo y la terapia -recuerden que el psicoanálisis es largo como la hostia- , dividido por Pi al cuadrado, y eso viene a dar algo como el tiempo que estarás sin enamorarte.
Ahora si ese código multiplicado por Pi da infinito, eso ya es otra historia. Estás cagado.
Hoy es lunes, y yo haciendo cuentas.
P.D.: nunca fui buena en matemáticas.
Patricia Lohin
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