Una entrevista de trabajo
—Bien, ya hemos repasado su currículum, oh, me olvidaba, —dijo la entrevistadora, golpeándose la frente con el falso despiste de un inspector Colombo —verá es un detalle sin importancia, casi nada, comprenda usted, antes de que le recomiende para que le contrate la empresa debo asegurarme… ¿qué era?… ah, esto, sí… dice usted, lo pone su currículum, aquí, ¿lo ve?, que usted tiene mucha iniciativa.
El joven buscador de empleo irguió los hombros ante la oportunidad de soltar una respuesta ensayada —La proactividad y la iniciativa son características fundantes de mi personalidad; considero que cualquier grupo humano y desde luego una empresa debe considerar la iniciativa como valor central de la cultura de su empresa e incorporarla en el know how.
—Excelente, veo que estamos de acuerdo, sólo una cosita más, por favor, ¿me puede decir que ha iniciado usted?
El joven se quedó en blanco.
La fea realidad
Nos gusta pensar que tenemos iniciativa. Y resulta extraño porque nos han enseñado a no tenerla. La escuela, no ha sido buen ejemplo. La empresa, más bien tampoco, y de la administración pública, mejor ni hablamos. Sinceramente creo que nos engañamos.
El entrevistado no pretendía engañar a la empresa. Sencillamente no había caído en la cuenta que tener iniciativa es iniciar cosas. Si estás “a punto” de hablar con el jefe para que se haga tal mejora, pero te da miedo, no tienes iniciativa. Si has decidido que no puedes cambiar nada, si has perdido la esperanza, si piensas que lo mejor es obedecer y nada más, eras el trabajador mediocre perfecto de hace treinta años. Si no tienes costumbre de iniciar cosas careces de iniciativa.
Se siente.
¿Qué hacer?
Iniciar. Antes de que vengan otros que inicien cosas. Que vendrán. Si no vienen a tu empresa, lo harán a otra y os echarán. El capitalismo tiene esas cosillas darwinianas, quien peor se adapta, se muere. Si crees que tu puesto es tan insignificante que no necesitas iniciativa, necesitas cambiar de idea.
Empezar da miedo. Es normal. Respira. Empieza a empezar por algo pequeño. Piensa en tu grupo de trabajo.
Pero, ¿cómo?
Jugando. Seth Godin (que bueno que es este tipo) ha lanzado recientemente el modelo del juguete. Pongamos que tú eres un bebé y tu empresa es el juguete. Un bebé toma el juguete y empieza a apretar botones a ver que pasa, y cuando pasa algo que le gusta se ríe y aprende como se hace. En el caso de una empresa es lo mismo: empiezas con una propuesta y puede que no consigas nada, como el bebé, pero aprendes como se toman las decisiones en tu empresas, a quien tienes que convences y cómo. Tu empresa o tu monasterio o tu partido.
Esto no va de manipular a la gente para imponer tu voluntad. Lo del “triunfo de la voluntad” ya lo intentó un tipo con bigotito y empezó la segunda guerra mundial. Esto va de iniciar cosas, de aportar perspectivas, de permitir que la pelota comience a rodar para que tus ideas se crucen con otras ideas y ¡bun!, tenemos sinergia y ritmo, y esto se convierte en música, y lo que era una organización anquilosada y chirriantes se pone a bailar.
Pasará cuando tengas el hábito de iniciar cosas, cuando si te acuestas sin haber empezado algo no puedas dormir. Esto lleva tiempo, esfuerzo y aprendizaje, pero al tiempo tú no necesitarás poner en tu curriculum que tienes iniciativa; lo sabrán.
Una preguntita
¿Qué le responderías a la entrevistadora?
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