— ¿Puedo decirte algo?
— ¿Qué pasa?
— Verás...
— ¿Qué?
— Resulta...
— ¡Suéltalo!
— Resulta que tengo un poco de SIDA.
— ¿Cómo que un poco de SIDA?
— Sí, no sé... Alguien me ha debido contagiar. O el polen, sí, el polen, ya sabes...
— ¿Cómo que el polen? ¿SIDA?
— Sí. Quedé con esa enfermera y...
— ¿La de los disfraces?
— Sí, aquella.
— Le quedaba bien aquel bigote. Era sexy.
— Lo que sea. Resulta que debió verme algo. Ya sabes, los médicos siempre intentan buscarte cualquier cosa.
— Matasanos.
— Sí. Pero acojonan. Así que me hice las pruebas y...
— Te mueres.
— Sí, me muero.
— Dios... ¿Y qué tal lo llevas?
— No sé... ya sabes. Es la primera vez que muero. Tengo miedo de no estar a la altura.
— Entiendo.
— Comprendo que siempre tiene que haber una primera vez para todo. Pero en ningún sitio te preparan para la muerte.
— Ni siquiera en la autoescuela.
— No, ni siquiera ahí. Te enseñan cómo, pero no te preparan.
— La vida es dura.
— Sí.
— Entonces, escucha, ¿qué vas a hacer con ese tubo de escape?
— No sé, lo venderé. O se lo daré a alguien ¿Qué más da? Hace meses que no logro escuchar la música por culpa de ese trasto.
— ¿Y cuánto te queda?
— Un año, quizás dos.
— Vaya... Bueno, piensa que no te perderás el mundial.
— Fue lo primero que me vino a la cabeza.
— Siempre hay que pensar en los pros.
— Siempre.
— Eso es.
— Entonces, ¿me ayudarás con todo esto?
— Claro. Lo veremos en mi casa. Sé que no tienes televisión por cable.
— Me refería a ESTO.
— ¡Ah! Claro tío. Lo conseguiremos.
— ¿Hablas del mundial?
— ¡No, no! Ahora hablo en serio. Me tendrás a tu lado. Ya sabes.
— Gracias tío.
— Saldremos de esta. Lo verás. Saldremos.
— Es una simple enfermedad, ¿no? Una vez que se pasa ya no se vuelve a coger.
— Te lo aseguro.
Imagen: Orrin