Revista Literatura

Innisfree

Publicado el 04 noviembre 2012 por Calvodemora
después de todo ahí está siempre esa siniestra manía de hurgar en la memoria con objeto de rescatar algún remotísimo resto de cordura o de encanto personal o tal vez únicamente un aviso mínimo de filantropía, pero acaba uno preñado de mala leche y andar así como encabronado no conduce a nada bueno o el encanto es un complot entre la líbido y el dow jones que contradice las más elementales reglas de la diplomacia los que acuden siempre son los vicios, apuntes bastardos de una vida tirando a crápula, un cierto abandono en las formas, noches en duermevela, blues sin complejos, todas esas sólidas buenas intenciones que al levantarnos abrazamos como maná metafísico y que luego devienen tristeza o algo que no puede ser nombrado con esa vaga fonética cómplice
a partir de aquí el día suministra su ración de atropellos
el autobús está lleno
las calles están llenas
el ascensor está lleno
el rapidshare se pone imposible el megaupload lo acribillaron en un despacho del fbi
luego la mesa de la oficina, el cajón, windows xp presenta, la agenda metódica y el ruido sin dobleces del reloj muerto en la muñeca
se trata de ir vaciando la pereza en carpetas azules que van al armario de madera de pino de la habitación de la señora de la limpieza o se trata de ir escuchando todas las noches un disco nuevo de jazz y acostarte con la sensación de que algo hermoso se ha registrado en la memoria
al final del día queda uno amorosamente rendido y se ocupa del tic tac del estómago, esa procesionaria del rhythm and blues onomatopéyico
un corazón al descubierto un diario que se abre y cuenta los secretos
racimo opulento de uvas o la boca carnosa de la muchacha carmesí, la muchacha del pan, que en ratos libres lee a proust, lee a kavafis, lee a rimbaud, lee toda la carne ardiente de la belleza endecasílaba  la muchacha mil novecientos ochenta y cinco a la que besaste en un bar y de la que no ya recuerdas nada salvo quizá la turgencia de los pechos en tus manos nuevas, la boca rompiéndose en la boca, el olor a tabaco en el paladar como una bendición  apunta en una hoja de pedidos los versos más esplendorosos, la rima mayestática, los nombres más íntimos de las cosas
tuvo un novio que la dejó a los quince, pero ahora tiene un novio a los cuarenta que la espera en un coche de segunda mano, de tercera mala mano, para besarse después con melodías de europa fm
ella en el beso recordará pasajes de mann, pasajes de balzac, todos los pasajes líricos de la novela decimonónica, pero el novio sólo aspira a una noche de sílabas tónicas, una visión a ras de epidermis de la harina obrera
el tiempo no acaba en un abrazo
el tiempo no acaba en un abrazo
lo supo ana karenina
lo supo madame bovary
lo supieron todas las heroínas de la decadente opulencia de los palacios con alfombras y cortinas historiadas lo dejo a riesgo de que se me olvide la memoria es la que escribe, no yo  

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