
Aún recuerdo la primera vez.
Sentí que, de pronto, el mundo se llenaba de colores que, unos minutos antes, ni siquiera había visto.
Sentí que, todo iba a ser perfecto. Quería que todo fuera perfecto.
Descubrí mi cuerpo. Descubrí el suyo.
Desde mi ingenuidad, pensé que sólo haría falta quererse, quererse mucho. Quererse siempre.
¿Qué podía salir mal? ¿Qué haría sombra a todo aquello que acababa de descubrir?
Hubo otras veces.
Esas veces, ya sabía qué podía salir mal. Sobre todo, sabía que eso podía suceder.
También sabía que quererse no era suficiente. Que nunca fue suficiente.
Hoy, quizás sé demasiado.
Quizás, si fuera capaz de olvidar…Sigue leyendo