A veces la noche cubre lo más terrible del ser humano pero no la ignominia. Podríamos sentarnos a cavilar sobre las diversas variedades de seres que circundan las calles y respiran el oxígeno de nuestro planeta.
Eran las once de la noche, se escuchaba a los lejos el ruido de algunas conversaciones y el traqueteo de los carros que corrían a velocidad por la avenida Aviación. Tratando de cortar camino, me hallé perdida entre ciertas callecitas que circundaban de forma paralela a la construcción del Metro. Lima no es una ciudad donde uno pueda perderse fácilmente pero a veces tiene ese aire huraño medio obstinado y muchos creen que tiene ojos las esquinas. Al llegar a la dirección predestinada, sólo atiné a tocar la puerta.