Ilustración de Luis Miguel Morales Galante ‘MOGA’
“En primer lugar existió el Caos. Después Gea la de amplio pecho, sede siempre segura de todos los Inmortales que habitan la nevada cumbre del Olimpo.” Así lo cuenta Hesíodo en la Teogonía. El caos es una hendidura, un abismo, un espacio inmenso y tenebroso. El caos es abertura, resquicio, bostezo… Se produce la separación de cielo y tierra.
Quizás de una masa compacta indiferenciada, sin límites internos, brotó la diferencia y la pluralidad. De la oscura abertura salió el orden y la armonía, la claridad. Del caos surgió el cosmos. Los primeros filósofos comenzaron a entender el caos como desorden. El estado primitivo del universo fue materia desordenada e informe. De lo ilimitado e indefinido nacieron las partículas y fuerzas que conocemos.
Cosmos en griego significa orden, pero también conveniencia, decencia, disciplina, organización, construcción, director, magistrado supremo, atavío, ornamento, gloria, honor, consideración... La cosmología trata del mundo como totalidad, de su origen y sus leyes: propone modelos matemáticamente coherentes y corroborados, o al menos no negados, por los datos experimentales. Para estudiar el cosmos necesitamos astronomía, física y matemática. Es una ciencia que pretende describir un sistema perfectamente ordenado.
A los seres humanos siempre nos ha atraído el orden natural. El desorden nos intranquiliza. Los fenómenos impredecibles y caprichosos nos angustian. ¿Cuándo afirmamos que hay orden en la naturaleza? Desde antaño decimos que hay orden cuando existe una repetición de los fenómenos, cuando hay ciclos, estructuras estables, patrones, relaciones causales… Hay orden si conocemos las leyes que gobiernan lo real y nos permiten predecir lo que puede ocurrir. Por el contrario, decimos que hay desorden cuando nada se repite, no hay estructuras estables y todo ocurre de forma azarosa e impredecible.
Los filósofos se preguntan si ese orden pertenece realmente al mundo o es una proyección que realizamos los seres humanos para poder comprenderlo y transformarlo con la técnica. También se preguntan si el caos que observamos en ciertos procesos naturales pertenece a la esencia de la realidad o es una mera manifestación de nuestra ignorancia. A lo mejor nuestro cerebro no puede captar toda la complejidad…
El orden del universo no es tan lineal y predecible como pensaban los viejos deterministas. En la naturaleza observamos sistemas muy complejos, caóticos y aparentemente aleatorios, donde hay probabilidad, bifurcaciones… Son sistemas en los que pequeñas y casi imperceptibles variaciones en las condiciones iniciales desencadenan grandes transformaciones.
Para comprender ese orden natural, los seres humanos hemos utilizado como herramienta la matemática. Los filósofos se preguntan si esa matemática es una creación humana, un sistema de símbolos útil para dominar el cosmos, o es una descripción de la esencia de esos procesos. Los científicos necesitan nuevas herramientas matemáticas cuando quieren comprender las intrincadas dinámicas del orden natural. Heisenberg comenzó a crear matrices para describir el comportamiento de las partículas subatómicas sin saber que ya existía cierto desarrollo de ese campo de la matemática.
En la estética del arte clásico se ha valorado la simetría y la proporción, rasgos necesarios en una obra bella. Las estructuras simétricas y estables nos agradan de forma natural. Sin embargo, con las vanguardias, el caos o desorden dejó de ser sinónimo de fealdad artística. Que las simetrías nos agraden no es un hecho natural, sino cultural e histórico. Los conceptos de orden y caos serían construcciones sociales, convenciones culturales.
En el ámbito social, el caos se manifiesta como desorganización, violencia y desorden. El orden nos remite a la estabilidad y la ley. Si no hay Estado y ley, nos invade el caos. Cuando hay orden uno sabe a qué atenerse. Los anarquistas, por supuesto, creen que puede haber orden social sin Estado, un orden que nazca de la autogestión asamblearia. En las sociedades modernas, las leyes de los parlamentos generan orden y estabilidad. Así sabemos lo que debemos hacer y qué es lo correcto. El caos social se relaciona con la improvisación y la confusión, fruto de la ignorancia o la imprudencia.
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