Insolitudes / música, seducción y dientes

Publicado el 08 octubre 2009 por El Cuentador
“Canto a la vida que soy tiburón
Que estoy del amor enamorado

Sé que encanto en la vida y encanto al amor

Que yo soy un tiburón enamorado”

Estrofa de la canción “Rey Tiburón” del grupo mexicano Maná.
“Baby, take it all off
I wanna see you the way you came into the world”
Extracto de la canción “Love Serenade” de Barry White.
Uno de los muchos retos que enfrentan los científicos que estudian especies animales salvajes es que no siempre pueden estar cerca para observar su comportamiento; por supuesto, la captura de algunos ejemplares puede paliar el asunto, pero es bien sabido que en cautividad los animales suelen modificar sus costumbres.
Por ejemplo, el asunto del cortejo y del apareamiento en cautiverio a veces es complicado. No es para menos; imagine por un momento que está usted con esa persona que le resulta tan especial, que todo está dado para una ocasión romántica y que comienza usted a utilizar sus mejores técnicas de seducción, cuando de pronto voltea y se da cuenta que detrás de un vidrio hay un grupo de personas con batas blancas observando y tomando nota de todo lo que usted hace. ¡A cualquiera se le va la libido de paseo!
Quién sabe si algo similar ocurría hace poco en un acuario de Londres, que abrigaba una hembra tiburón llamada “Mazawabee”, perteneciente a la especie conocida como Tiburón Cebra (Stegostoma fasciatum). Pues bien, con la intención de intentar su reproducción, a Mazawabee le trajeron desde Bélgica a “Zorro”, un macho de su misma especie al que le presentaron nada menos que el 14 de Febrero; sin embargo pasó el tiempo y Zorro, a pesar de estar precedido de una notable reputación de seductor, no prestó mayor atención a Mazawabee.
Figúrense la decepción de los científicos, que tenían expectativas con el encuentro y que veían los días transcurrir sin que Zorro demostrara interés por la chica. Tal vez la frustración o el aburrimiento llevó a alguno de los investigadores a plantear más o menos lo siguiente: ¿Y si le ponemos una música sensual, que agregue algo de sabor el asunto? Con los humanos suele dar resultado…
La extraña propuesta fue aceptada, imagino que entre otras razones porque no había nada que perder; total, Zorro andaba en su mundo sin hacer caso de Mazawabee. Ya había algunos tímidos antecedentes, como investigaciones que muestran que los peces pueden reconocer diferentes tipos de música, así como el hecho de que en algunos lugares hay vacas lecheras que han aumentado su productividad el escuchar piezas clásicas. Por otra parte, es sabido que una buena selección musical puede establecer la atmósfera para el romance; pero aun desde ese supuesto ¿cuál utilizar en este caso? Pues bien, fue la música del desaparecido Barry White la escogida para tratar de alborotarle las hormonas a Zorro.
Conocí el trabajo de Barry White a través de un LP (ése cuya foto incluyo en este artículo) que mi tío José Jesús trajo a mi casa durante la primera mitad de los 70s. El gigantesco músico salía retratado en la portada y el grupo que dirigía llevaba el sugestivo nombre de “La Orquesta del Amor Ilimitado”. No tenía yo suficiente edad para juzgar si la música era sensual o no, pero sí encontré en aquel vinil dos piezas que se mantienen entre mis canciones favoritas: “Love’s Theme” y “Rhapsody in White”.
Revise usted cualquiera de esas listas que existen por ahí sobre música sexy y es probable que encuentre alguna de las creaciones del genial artista norteamericano, ícono del soul, el disco y el funk. En la conocida serie de televisión “Ally McBeal”, el personaje John Cage era un abogado para quien el voluminoso maestro era ídolo y cuya música utilizaba para su desempeñó tanto en la corte como en la cama…
Vaya, aceptemos por un momento que la música de Barry White pudiera ayudar en el cortejo entre seres humanos, pero tendría el mismo efecto… ¡¿con un tiburón?!
Pues como que sí, al menos de acuerdo con dirigentes del acuario de Londres, que indicaron que después de ponerle algunas piezas de Barry White a Zorro, este se convirtió en una verdadera “máquina del amor”. El efecto fue tan vivo, que el personal debió advertir a los visitantes que los rituales de cortejo y apareamiento de los tiburones suelen ser violentos, para que no se alarmaran ante el lujurioso –aunque en apariencia no muy romántico– espectáculo.
El tema podría generar estudios suficientes para llenar una biblioteca. Me pregunto qué habría pasado con Zorro si en lugar de Barry White le hubieran puesto el “Tico-Tico” o la “Cumbia Cienaguera”. Deliremos un poco más y pensemos por ejemplo en una tesis sobre los efectos de las canciones de Julio Iglesias en la respuesta sexual del pavo, la influencia de las rancheras mexicanas en el apareamiento del cachicamo o… ¡mejor no sigamos! Por cierto, el apellido del extraordinario Barry White habría calado perfectamente en la experiencia comentada si el escualo hubiese sido de la especie Carcharodon carcharias, pero intuyo que no debe haber muchos investigadores interesados en sobre estimular a un gran tiburón blanco.
Barry White vendió más de 100 millones de discos y cuentan que es una de las personas a quien le lanzaron más ropa interior al escenario, a pesar de no haber sido precisamente el prototipo del adonis. Su reputación de “sexy” la fue construyendo a punta de temas con letras manifiestamente sugestivas, melodías románticas y un tono gravísimo que el hombre sabía explotar y que le valió el calificativo de “la Voz de Terciopelo”. Probablemente a causa de su gran tamaño también se le conocía con el mucho menos respetuoso mote de “La Morsa del Amor”; conexión acuática de por medio o no, el asunto es que el estímulo al romance que se le adjudica también funcionó, al menos en un caso registrado, entre criaturas marinas.
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