“Es un buen tipo, mi viejo”.
Extracto de la canción “Mi viejo”
de Facundo Cortez y Ricardo Cabra.
Hoy 1° de Octubre es Día Internacional de las Personas de Edad y yo tuve la suerte de conocer a tres de mis bisabuelas: Juliana, Luisa y Rosalía, así como a mis abuelos y abuelas Carmelo, José Antonio, José Nicolás, Teresa y Brígida; ya no me acompañan, pero pude compartir con ellos y los recuerdo. Advierto que este artículo no está escrito en su homenaje (ya verán por qué) y que decir que el tiempo es sinónimo de sabiduría, podría ser en algunos casos, desacertado. Ello no le quitará nada al brindis que por ellos y por todos los espectaculares mayores que he conocido, elevo ahora.
En mis primeros años de educación secundaria escuché la expresión “Explosión Demográfica”, que era una de las principales representaciones colectivas de la preocupación que existía a mediados de los 70s, sobre los efectos que podrían tener en el futuro la superpoblación y algunas de sus consecuencias como la contaminación y la escasez de alimentos. El asunto se comentaba por doquier; por ejemplo, una película de 1973, titulada “Cuando el destino nos alcance” (“Soylent Green”, en inglés) y basada en un libro escrito en 1966, retrataba una Nueva York en el año 2022 con 40.000.000 de habitantes, la gran mayoría viviendo en condiciones deplorables.
No creo que los escritores de anticipación ni los intelectuales de entonces llegarían a imaginar que 30 ó 40 años más tarde (es decir, hoy en día), una inquietud importante sería la baja tasa de natalidad general y que como consecuencia también del mejoramiento de las condiciones de salud y de la esperanza de vida, el grupo de personas mayores de 65 años podría dentro de poco, de acuerdo con informes bastante serios, llegar a ser a más grande en términos globales que el de niños y jóvenes. Según Ken Dychtwald, experto en el tema, dos tercios de los hombres y mujeres que han superado los 65 años de edad en toda la historia de la humanidad, están vivos hoy.
Lo anterior tiene implicaciones centrales, como el hecho de que con una población que envejece progresivamente, la atención a las personas mayores se convertirá en un desafío formidable para la sociedad y la familia. Por otra parte, el que cada vez más personas dejan la actividad laboral productiva y pasan a retiro, mientras que la cantidad que ingresa al sector laboral no es suficiente (precisamente por las reducidas tasas de natalidad), hará más y más difícil sostener muchos de los actuales esquemas de seguridad social.
Pero los rollos demográficos no parecen preocupar a algunos personajes “ya mayorcitos”, quienes a mi modo de ver, si no son necesariamente un ejemplo a seguir, son al menos un caso a contemplar. Les cuento:
En Londres habita “Buster” Martin, conocido como el empleado más viejo de la ciudad, que afirma tener 103 años y que trabaja para una compañía de servicios de plomería. Buster fue capaz de librarse en el año 2007 a golpe limpio del ataque de unos zagaletones, fue integrante de la banda musical The Zimmers que agrupó a unas cincuenta personas cuya edad acumulada sobrepasa por lejos los 3.000 años, y en el 2008 se inscribió para competir… ¡en el Maratón de Londres!
Es importante saber que “Buster” aspiraba también a ser incluido en la lista oficial Guiness como el maratonista de mayor edad en la historia, record que ostenta Dimitrion Yordanidis, quien corrió el maratón cuando tenía 98 años certificados. No obstante, los ejecutivos de la organización Guinness indicaron que Martin no presentó ninguna prueba tangible de haber nacido en 1906 y otras fuentes señalan que la organización posee evidencia de que el anciano habría nacido en septiembre de 1913, con lo cual habría participado con solo 94 años. Hay quienes van más lejos y creen que la centenaria cifra es solo una patraña inventada por el vejete para agenciarse unos reales a cuenta de sus arrugas y blanca barba.
Total que la edad de “Buster” (cuyo verdadero nombre es Pierre Jean) es un misterio. Lo que sí parece ser cierto es que antes de inscribirse en la carrera, dijo que al finalizarla celebraría con una cerveza; según algunos reportes, después de poco más de 10 horas de caminata, al cruzar la meta el hombre dijo: “¿En dónde está mi cerveza?”.
Hablando de vicios, la anciana Winnie Langley celebró su cumpleaños número 100… ¡fumándose su cigarrillo número 170.000! La mujer, que comenzó su relación con el tabaco “para calmar los nervios” cuando apenas tenía 7 años y a sólo pocos días del inicio de la I Guerra Mundial, afirma que desde entonces se ha fumado unos cinco cigarrillos al día y según lo que dijo durante la fiesta de aniversario, no parece tener intenciones de abandonar el hábito. Por cierto, la mujer declaró hace muy poco que había reducido su dosis de cigarrillos a uno por día, a causa del incremento de precios.
En mi artículo “ANIMALADAS” del 16 de Febrero de este año ya les hablé del sexagenario capturado intentando tener relaciones sexuales con una elefanta, así que pasaré a comentar otro vejete pasmoso, si bien aún no llega a los niveles de edad de los dos hiperabuelitos mencionados en los párrafos previos. Se trata de Rolf Eden, un alemán de 77 años que se jacta de haber seducido a más de tres mil mujeres y que ha llevado a una compatriota suya de 19 años ante la justicia, pues la chica lo rechazó cuando el matusalénico playboy intentó conquistarla. Según su relato, el tenorio logró convencer a la muchacha para que fueran hasta su apartamento, le brindó champaña y hasta tocó piano para ella, pero cuando quiso pasar a otros asuntos, la mocita se negó, alegando que el pretendiente era demasiado viejo. Ahora nuestro galán se declara “devastado” por el rechazo y ha denunciado a la joven… ¡por discriminación!
Pero en mi opinión, el que se lleva el premio de la tercera edad peligrosa es un viejito de nombre aún desconocido, pero de quien se sabe tenía alrededor de 70 años, cabello canoso, bigote gris y lentes, y que vestía boina blanca, suéter y un saco marrón. Esta descripción se ha hecho con base en las declaraciones de empleados de un banco en San Diego, donde el añoso personaje entró… ¡a robar! y después de haber entregado a uno de los cajeros una nota en la cual presentaba sus exigencias, se fugó con una cantidad indeterminada de dinero.
Dirán que podría tratarse de alguien más joven que se disfrazó para no levantar sospechas, pero no parece así, pues según el cajero –tomen asiento por favor– el malhechor además llevaba en una bolsa negra un tanque de oxígeno… ¡conectado a la nariz a través de una sonda de plástico!
“Es un buen tipo, mi viejo”, cantaba alguien llamado Piero a finales de los años 60s. Al menos en los casos anteriores, no estoy tan seguro.
Ji, ji, ji. ¡Otra vaina más!
¿Te gustó este artículo? Entonces tal vez también te guste: