Vuelve el insomnio, las horas muertas, el desierto sin mar. Vuelven los posos de café, True Blood, la desidia, la desconfianza, el caparazón. Vuelven como de puntillas, sin llamar a la puerta, colándose entre las sábanas. Todos. Vuelven todos menos las golondrinas, que, aunque oscuras, no son malas; y prueba de ello es que las oscuras golondrinas, a diferencia de los dragones de garganta o las serpientes estomacales, se agazapan tras el marco de la puerta, asomando siquiera una pluma, mientras protegen sus nidos medio temblando por miedo a que alguien las pegue un tiro. Pobrecitas, todavía me pregunto a qué vinieron.