- Tal vez la inteligencia sólo sea una enfermedad, una hermosa enfermedad: la perla de la ostra.- No hay inteligencia grande que no tenga su locura, decían los sabios antiguamente.- No hay abismo más profundo -y esto es una desdicha- que el que separa la voluntad abstracta de la realidad.- Cualquier vida tiene dos pasados: la realidad, que en buena parte tratamos de olvidar, y el sueño, formado por actitudes imaginarias que hemos inventado para consolarnos de nuestros errores y de nuestras debilidades.- El sueño es un sorbo de muerte que nos da -sin la molestia del desencanto, sin los estragos del alcohol y sin la pena de dejar el mundo sin conocer su enigma- el placer más completo, la dulzura inmaculada de no existir.- El solitario se hunde y se pierde en el torbellino de sus razonamientos. Una palabra, incluso una sola mirada, bastan para devolverle su equilibrio.- La inteligencia es la forma aparente de la conciencia.- La conciencia de un acto sigue al acto; la inteligencia también.- La inteligencia tiene confianza en si misma, pero se equivoca con mucha frecuencia al querer secundar el instinto vital.- La inteligencia sirve para criticar los actos, no para determinarlos.- La inteligencia es una facultad actual, sin experiencia. Sólo el instinto es vital, inteligencia largamente acumulada.- La inteligencia es esporádica, como los hongos.- Si no tuviese instinto animal, el hombre con toda su inteligencia, haría en el mundo un deplorable ridículo.- No se nota que las personas inteligentes se las arreglen mejor ni comprendan más que los otros.
Pasos en la arena Remy de Gourmont (Argentan, 4 de abril de 1858 - París, 27 de septiembre de 1915)