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Intendente municipal es observado por poner en práctica filosofía del Vivir Bien

Publicado el 18 junio 2013 por Perropuka

Intendente municipal es observado por poner en práctica filosofía del Vivir BienLo que le espera al nuevo intendente municipal de Cochabamba. Acaba de batir un record para el paseo de la fama. No pasaba ni un mes desde que fue posesionado con augusta seriedad en el solemne salón de actos del municipio como corresponde a todo funcionario de medio rango para arriba, de acuerdo a los usos y costumbres del imperio plurinacional. Extrañamente, no llegó el párroco para bendecir el inicio de funciones y, por ende, el brillante porvenir que el alcalde auguraba para su nuevo elegido u hombre de confianza.
Como decíamos, el hombre no había terminado ni de acomodar sus fotografías familiares y demás adornos en su escritorio, cuando se le ocurrió festejar a lo grande. Seguramente oyó las enseñanzas de las parábolas andinas del Vivir Bien y quiso ponerlas en práctica. Sólo que el muy novato actuó por libre iniciativa, creyendo ingenuamente que la autonomía municipal valía hasta para organizar asaditos. Craso error, como se sabe, en estos tiempos de profundos cambios tan hondos como un surco de maíz, está mal visto el libre pensamiento, el actuar por cuenta propia. Hasta un simple recordatorio por el Día de la Madre o de la Secretaria debe ser tramitado ante los jerarcas para que estos decidan que el homenaje se convierta en agasajo, con ágape y tarde libre correspondiente.
Ahí es donde el señor intendente se equivocó, no sabemos si por pasarse de listo o por no conocer a fondo el manual de funciones. Total, como se había visto públicamente que en varias ocasiones se cerraban oficinas municipales para festejar cualquier aniversario y considerando que él no era un funcionario de poca monta, se le ocurrió estrenar el patio de la Intendencia mediante el rito de la parrillada en horario de trabajo, desdeñando que el sabroso olor no llegaría a los sabuesos de la prensa. Mala idea en estos tiempos de escasez. Novatada que no tiene nombre, pues, para empezar, el susodicho debería tramitar la creación de un día especial (no puede ser el día del trabajador municipal, porque alguien se le adelantó) para que el acto tenga visos de legitimidad ante la ciudadanía que paga todo, hasta los días no trabajados. Y mandarse a jolgorio, aunque sea a puertas cerradas, así, cualquier día, sin la debida planificación del staff de asesores es una chambonada mayúscula.
Como la denuncia llegó a los oídos del alcalde, este mostró cara de sorprendido, manifestando que se iba a iniciar una minuciosa investigación antes de emitir juicio, asegurando que se sancionaría severamente al intendente pero que no correspondía el despido. Entretanto avanzan las pesquisas, intentando desentrañar el complot de todos los funcionarios involucrados, que va más allá, incluso hasta el proveedor de la carne; el burgomaestre, haciendo gala de una imparcialidad sin precedentes dejó todo en manos de un juez sumario, que no sabemos si trata de un juez verdadero o un encargado de asuntos internos. Lo que no entendemos los ciudadanos de poca fe es que, no obstante el hecho contundente e innegable de que la comilona se efectuó en instalaciones de la intendencia -así el intendente no hubiese participado-, no se haya destituido ipso facto a este funcionario por responsabilidad jerárquica y considerando además que está en periodo de prueba, con lo que nadie podría argumentar que se perdería conocimiento valioso o experiencia con su despido. ¿Acaso no estamos hablando de la Honorable Alcaldía Municipal y sus honorables funcionarios?
Por cierto, al anterior intendente lo despidieron por brillar mucho, es decir, desempeñar demasiado bien su trabajo. Era tan dedicado el hombre que se había convertido en un azote de los comerciantes inescrupulosos que invaden aceras y jardineras y de las chicherías ilegales que asolan los barrios periféricos. Incluso los restauranteros enemigos de la higiene temían su visita. No pasó mucho tiempo para que la prensa televisiva se hiciera eco de los constantes operativos que aquel llevaba adelante, dando la impresión de que era el único funcionario que trabajaba a toda máquina. Fuentes no confirmadas dicen que eso no gustó al entorno del alcalde, mosqueado porque su figura había sido opacada a pesar del constante bombardeo de propaganda y su fotografía estampada en todas las obras de simple trámite. Rumores aquí, rumores allá, al final lograron que el antiguo intendente se vaya a su casa, viéndose obligado a presentar renuncia irrevocable para guardar el decoro. Así se premia el profesionalismo y la competencia en estos tiempos revolucionarios.

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