No sólo en fútbol y política estamos a la cola de Sudamérica, en materia de comunicaciones lo que en otras partes del mundo va en camino de reemplazarse, aquí lo promocionamos como el último grito en tecnología. “3.5 G no es lo mismo que 4G”, dicen sus lúcidos profetas y promotores, pero al final a quién le importa meterse en hondas explicaciones sobre sus características, porque hecha la instalación respectiva, la diferencia de velocidad entre una y otra es tan insignificante que el beneficio no se siente, salvo la sensación de una vulgar estafa que pesa como un plomo en el bolsillo de los consumidores. En Europa y aún en los países vecinos ya están a años luz de aquella reliquia tecnológica conocida como dial up. Acá, los proveedores tienen el descaro de seguir vendiendo sus tarjetas prepago, y tan caras que una hora de navegación cuesta casi un dólar. Establecida la conexión, lo que en teoría debería dar una velocidad de 56 Kbps, no llega ni a los 40, ejercicio tan frustrante que apenas se puede cargar la cuenta del correo luego de varios minutos y de paso sufrir el constante corte de la línea telefónica servidora.No es que no tengamos proveedores o haya monopolio: entre la proveedora estatal y las privadas tenemos por lo menos 5 empresas dedicadas al rubro. Efectivamente, la banda ancha, tanto en Adsl como inalámbrica ha traspasado las inhóspitas montañas y los calurosos llanos bolivianos, pero a qué precio, tanto que sólo los más ricos o las grandes empresas se pueden costear. Así no es extraño que la penetración de internet no llegue ni al 10 % de la población boliviana.Leyendo una publicación de Pando Networks, países relativamente pobres como Rumania, Bulgaria o Lituania están entre las 10 naciones con mejor banda ancha, por encima de los países desarrollados excepto Corea del Sur y Japón. De esto podríamos deducir que el asunto de la economía de un país no es motivo suficiente para tal atraso tecnológico. Una y otra vez, los directivos de las empresas nacionales argumentan que los servicios tienen que alquilarse a su vez de otros grandes proveedores internacionales o que no tenemos satélites propios, ¿en verdad es menester que cada país tenga su satélite para tener una conexión de internet decente? ¿de qué sirve tener una red de fibra óptica, instalada hace pocos años? Hablemos de precios: Viviendo en España (hace dos años atrás), pude comprobar que su velocidad es baja comparada con otros países de la región, aún así la banda ancha es relativamente económica con precios que oscilan entre los 10 y 40 euros mensuales dependiendo de la velocidad, que va desde 1Mbps. hasta los 20 Mbps. o más. Es evidente que en la práctica, tales cotas no se cumplen, lo que provoca no poca indignación en los consumidores, pero comparado con lo que pasa en Bolivia, aquí es insultantemente caro y lento. Uno podría admitir que cobrasen precios similares, por aquello de que la tecnología se cotiza a los precios internacionales y demás retórica mercantilista. Pero no, aunque parezca insólito, surrealista o inverosímil, en Bolivia nos sacan los dos ojos de la cara. Veamos: La velocidad mínima que ofrece cualquier empresa es de 128 Kbps, (en teoría dos veces más veloz que el dial up) cuyo precio más barato es de 98 Bs (¡14 dólares!) y así sucesivamente, los precios van aumentando a medida que sube la velocidad del ancho de banda. Si hablamos de lo que en otros países se considera velocidad mínima, es decir 1 Mbps, acá es la “gran maravilla” tecnológica y cuesta la friolera de ¡100 dólares por mes! mínimamente. Poca cosa, considerando que el salario promedio apenas alcanza a los 200 $us y poco más. Por ahí he escuchado alguna publicidad engañosa que habla de “super banda ancha o velocidad Turbo”, referida a aquella que llega a 4 Mbps como máximo, ¡vaya qué tremenda tecnología! Si en el resto del mundo ya se ha pasado de los 40 Mbps o más, ¿entonces si la tuviéramos por estos lares, la catalogaríamos como velocidad divina, demoniaca o infinita?No estoy muy al tanto de los precios y servicios en los países vecinos, pero podría asegurar que tenemos las tarifas más caras de la región e incluso del mundo. Y de la calidad del servicio, sería penoso hablar. Así que, para poder atender este blog me veo arrinconado a hacerlo desde un cibercafé, que es lo más económico, aprovechando el máximo posible de tiempo, aunque muchas veces me tengo que aguantar el ruido vecino, la falta de privacidad o la música a todo volumen del dependiente y no pocas veces los cortes imprevistos del servidor de red. Entonces me perdonarán, que algunas veces no pueda atender rápidamente a los comentarios o intercambios de información. Dicen que nuestro gobierno ha encargado la construcción de un satélite de comunicaciones al gobierno chino, pero mi natural escepticismo no me permite aventurar a que vaya a ser la panacea contra nuestra lentitud cultural y tecnológica. Entretanto, ¡que viva la tecnología del humo!