Intransigencia 2.0

Publicado el 10 septiembre 2013 por Jordi Martinez Aznar
Hace algunas semanas, poco después de finalizar los Mundiales de natación celebrados en Barcelona, leía que la jugadora de waterpolo Roser Tarragó, la cual se proclamó campeona mundial con la selección española casi al finalizar el campeonato, cerraba su cuenta de twitter debido a los insultos y la presión que recibió vía internet. ¿Su crimen? Colocar una bandera estelada catalana en su perfil de la red social anteriormente citada. Me pregunto si todos aquellos que la insultaron hubiesen reaccionado de la misma manera si hubiese colgado una bandera española, aunque esta pregunta tiene más de retórica que de otra cosa, porque es obvio que le hubiesen aplaudido, cosa que hicieron cuando, el pasado sábado, subió, junto a sus compañeras (una buena parte de ellas catalanas, por cierto) a lo más alto del podio y recibió su correspondiente medalla de oro, momentos antes de que se izara la bandera rojigualda y sonara el himno español en su honor. ¿Es que entonces no molestaba que fuese catalana? No recuerdo ninguna crítica cuando Mireia Belmonte aparecía en estos Mundiales de natación con la bandera española en forma de bufanda alrededor del cuello. ¿Quién decide que una bandera vale y la otra no?
Y es que aquí, cada cual interpreta los gestos como le da la gana. Si yo cojo la bandera española, pues soy cojonudo, pero que no se me ocurra ponerme la catalana al cuello, porque es una falta de respeto hacia la nación española y con la que cosecho éxitos. Me pregunto si hubiesen criticado al deportista que hubiese colgado en su twitter la bandera andaluza, cántabra o canaria. Me pregunto si le hubiesen hinchado a insultos, aunque está meridianamente claro que no hubiese pasado de simple anécdota y, por supuesto, sería algo que no hubiese aparecido en los medios de comunicación. Parece bastante claro que solamente hay problemas con Cataluña, lo cual puede ser, hasta cierto punto comprensible debido al sentimiento anti español de muchos catalanes, muchos de los cuales no dudan en decir que son catalanes y no españoles, mientras que otros lucen con más o menos orgullo la bandera española.
En definitiva, esto demuestra la relación amor-odio que existe entre España y Cataluña, entre Cataluña y España. Una buena porción del equipo de waterpolo que recientemente se ha llevado esta medalla de oro era, como acabo de comentar, de procedencia catalana. En la versión masculina ocurre tres cuartos de lo mismo. En otros deportes, como el hockey hierba, más de lo mismo. En natación sincronizada también hay unas cuantas, comenzando por la nueva estrella y líder del equipo, Ona Carbonell, a quien precedieron Gemma Mengual y Andrea Fuentes, catalanas también. De todas las medallas que la delegación española consiguió en los pasados Juegos Olímpicos de Londres, no pocas llegaron de manos, o bien de manera exclusiva o bien en parte, gracias a deportistas catalanes. Gente como Joel González, oro en taekwondo, y nacido en Figueras. Como Mireia Belmonte, doble plata, nacida en Badalona. Como Saúl Cravioto, plata en piragüismo en Londres y oro en Beijing, nacido en Lérida. O qué decir de los hermanos Gasol, Victor Sada o Juan Carlos Navarro en baloncesto, todos ellos catalanes. O como las citadas en natación sincronizada, que nos trajeron dos platas en Beijing y una plata y un bronce en Londres.
En fin, que podrían haber dos soluciones posibles a este problema:
  1. Por un lado, que acepten la independencia de Cataluña. Así no habrá problemas de catalanes que jueguen con España y nadie se quejará de que pongan esteladas en su cuenta de twitter.
  2. Que todos los que insultan hagan un esfuerzo y no se molesten de igual manera que no se molestan cuando vieron a Belmonte en los pasados mundiales con la bandera española al cuello.
También habría una tercera opción, y es que respeten la libertad de expresión. Hasta donde yo sé, poner una estelada en tu twitter no es delito, aunque mejor no dar ideas.

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