Revista Literatura

Investigadores españoles

Publicado el 15 agosto 2010 por House
Una de las mejores tarjetas de presentación que puede presentar un país es la nómina de sus investigadores. Junto a ella, el curriculum y la experiencia de cada uno de ellos. Sin embargo, en España esto cojea. Si bien es cierto que cada vez podemos estar más orgullosos de tener una más que excelente nómina de investigadores, lo cierto es también que éstos al final acaban afincados allende las fronteras geográficas españolas.
Nadie discute ni pone en entredicho la nómina de los investigadores españoles. Tampoco su calidad profesional. Pero sí es cierto que muchos de ellos triunfan fuera de España a la vez que en su tierra son denostados, arrinconados y cuestionados, en muchas ocasiones no sólo por las diferentes Administraciones Públicas, sino también por otros científicos con un prominente afán de protagonismo.
Si a estos aditivos añades el hecho de que el investigador en cuestión ejerza la Medicina el problema se agrava. Está comprobado. Preferimos un país de torpes e ignorantes a un país fuerte, pionero en investigación y a la vanguardia de la ciencia y de la tecnología. Y digo esto porque, como decía antes, a los investigadores que ejercen la Medicina y sobresalen, se les putea (con perdón). Lógicamente, no se les puede quitar de en medio. Tampoco se les puede retirar su condición de científico. Pero se les hace la vida imposible de forma miserable y ruin. Las horas de consulta externa se amplían. El tiempo que dedican a otras exploraciones y analíticas no se les reduce en favor de la investigación. Al contrario. Éste disminuye considerablemente y aquél aumente desproporcionadamente. Y ya no me refiero a las guardias médicas. Es preferible que tengan muchas consecutivas y cuánto más duras y difíciles sean, mejor. Estarán cansados y no podrán dedicarse a la investigación, que cuesta mucho dinero.
No soy alarmista. Pero éste es el vivo retrato de la situación por la que atraviesan los investigadores en nuestro país.
¿La solución? Al final, acaban marchándose fuera de España a centros de investigación pioneros, y con una elevadísima fama no sólo por sus trabajos científicos, sino por la calidad del centro en cuestión.
Y en España nos queramos llorando con cara de bobalicones. Pero ha sido culpa nuestra. Por tanto, que cada palo aguante su vela.
Una de las tablas de medida de cualquier país es el nivel y la calidad de su comunidad científica, sin olvidar, lógicamente, los recursos que el propio Estado dedica a la investigación. España, como en otras muchas cosas, sensiblemente coja.
No somos capaces de ponernos de acuerdo en los grandes temas de Estado. Andamos a bofetadas ante cuestiones básicas como las Infraestructuras o la política forestal. No quiero nombrar la Justicia ni tampoco me quiero acordar de las políticas sociales ni sanitarias. En Educación, Defensa, Lucha Antiterrorista, Política Económica, o Política Exterior resulta más saludable no entrar. Somos tan peculiares que nunca nos pondremos de acuerdo, y siempre echaremos al traste todos los logros conseguidos por los gobiernos anteriores.
En medio de esta maraña, y para rematar nuestra ‘brillante’ actuación, nos permitimos el lujo de abofetear a nuestra comunidad científica.
No es preciso relacionar las infinitas posibilidades, por ejemplo, que puede ofrecernos la Medicina Regenerativa. O el desarrollo de las nuevas tecnologías. Pero para lograr cualquier éxito por insignificante que sea se precisa dos elementos imprescindibles: los recursos suficientes y necesarios, y el respaldo incondicional de las Administraciones Públicas. Si falla alguno de estos pilares, vamos. Ejemplos nos sobran.
Considero que cualquier país debe medirse, además de por otras tablas de medida, por los avances y descubrimientos científicos y técnicos que logre su comunidad. Recientemente dos de nuestros mejores investigadores, César Nombela y Santiago Grisolía, en los cursos de verano de La Granja, señalaban que España debía apostar por la ciencia para el desarrollo económico del propio país. Razón no les falta.
Urge una apuesta firme por la ciencia y la investigación. De lo contrario, pueden volverse las tornas en contra. Si ahora España es un país de acogida desde un punto de vista migratorio, puede suceder que ocurra lo contrario. Los españoles marchemos fuera en busca de trabajo y de desarrollo. Retrocederemos a la década de los cincuenta y sesenta.
Pero también es importante la implicación del capital privado en la ciencia y en la investigación. Si es fundamental la participación del Estado en esta material, también es decisiva la implicación del sector privado. Aquella empresa que no apueste por la investigación tecnológica está condenada al ostracismo. Igual que les pasará a algunos que hoy sueñan con que mañana puedan alcanzar su cota de poder político.
Estados Unidos es un ejemplo para la comunidad científica. Es un país de acogida en el que no se pregunta nada cuando un científico de reconocida valía llama a la puerta para quedarse. Es una forma de desarrollo y de apuesta por el propio país. Mientras tanto, en el país de origen del científico se sigue amortizando el dinero que se destinó a su formación De poco sirve quejarse.
En épocas de crisis como la actual es importante ajustarse el cinturón. Pero si en algo el Estado no debe recortar un solo euro es en investigación. Tendríamos que ser inteligentes. Mimar y cuidar a nuestra comunidad científica debería ser nuestro objetivo prioritario. Preferimos hacer caso omiso. Permitir luchas intestinas basadas en envidias pueriles y vergonzosas. Y mientras tanto, nuestros investigadores cogen las maletas y marchan a otros países en dónde el amplio sentido de la ciencia y de la investigación tecnológica es, cuando menos, un asunto en el que no cabe discusión ni dialéctica posible. Lo tienen muy claro. La apuesta por la ciencia y la investigación implica el desarrollo económico y social del país.
No es cuestión de seguir rizando el rizo. El futuro de cualquier sociedad depende de lo que hoy hagamos en eso que se denomina ‘I+D+I’. Muchos países se dieron cuenta de su importancia e hicieron los deberes. Otros, España es un ejemplo, tomaron nota y comenzaron a trabajar. Pero lo hicieron en medio de una masa asquerosa de envidias y rencillas sin sentido y sin lógica. Lograron eso de ‘divide y vencerás’. Y así nos está yendo.

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