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Invictus, Mandela une a Sudáfrica con el rugby

Publicado el 03 febrero 2010 por Carmelo @carmelogt

Clint Eastwood aborda un acontecimiento deportivo histórico en la película Invictus: el Campeonato del Mundo de Rugby celebrado en Sudáfrica en 1995. Y se centra sobre todo en la final Sudáfrica-Nueva Zelanda, o lo que es lo mismo, Springbok contra All blacks.
Mandela llega a la presidencia en 1994 y consciente de lo que representa el equipo de rugby nacional, los Springbok, que tradicionalmente habían sido apoyados por la población dominadora blanca y rechazados por los negros, se propone ganar ese campeonato para unir a todo el pueblo en torno al equipo y formar un sentimiento nacional de país. Y lo consigue.
Este hombre que estuvo veintitantos años preso por luchar en contra del apartheid en Sudáfrica, que llegó a Presidente y que es considerado como uno de los mejores políticos del siglo XX obró el milagro de evitar una guerra civil a través del rugby
Apoyándose en este partido, que se ha considerado incluso como el nacimiento de una nación y el final del apartheid, Eastwood firma una historia emotiva y trascendente.
Morgan Freeman es Mandela y Matt Damon interpreta al capitán de los Springbok, Francois Pienaar. Ambos son personajes fundamentales. De hecho, la foto de Mandela y Pienaar recogiendo el trofeo dio la vuelta al mundo.
Interpretar a un hombre de la talla de Mandela es difícil, Freeman lo hace con solvencia, pero a menudo en el desarrollo de la película te imaginas al verdadero Nelson en esas vicisitudes. No ocurre lo mismo con Damon, ya que Pienaar es menos conocido y el parecido entre ellos es mayor, a mi modo de ver.
El presidente es un hombre con mucho carisma, con una especie de magia y eso se transmite, y lo transmite al capitán, citándole en su despacho y contagiándole el mismo espíritu de nación que él tiene y la idea de que negros y blancos deben vivir en paz en Sudáfrica.
Apartado especial tienen también los hombres de seguridad de Mandela, cuerpo formado por negros y blancos que terminan llevándose bien y celebrando la victoria.
Pocas veces, en fin, una historia real es tan perfecta y acaba tan bien que no es necesario inventar mucho más al plasmarla en el cine.

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