Revista Literatura

Invierno en diciembre

Publicado el 06 diciembre 2018 por El Perro Patricia Lohin @elperro1970
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El invierno es descomunal. Descomunal es el frío que hace en este diciembre que ya debería ser casi verano. Y así estamos. En este pueblo fantasma en donde el comerciante espera y el cobrador desespera, el cliente huye de las compras cotidianas, la mujer se abandona en su dolor de eterno duelo, el jazmín se retrae y el viento cuela su frío despiadado por las hendijas del ventiluz del baño, la ducha que no alcanza a entibiar el corazón desolado, los huesos que crujen al doblarse las rodillas, las sábanas blancas que reciben con un frío húmedo el cuerpo que yace boca arriba buscando estrellas en el cielorraso, el hombre que se desvela leyendo poemas escritos para su otro yo, la charla que se suspende, la mirada que se esquiva, la presencia que se declara incompetente para llegar a la cita, el reloj que se desvía de su curso y el maldito tiempo que sigue siendo esquivo para las almas desdichadas, tiempo de descuento, tiempo de desencuentros.

El vestido blanco que ha quedado colgado a punto de ser estrenado, el departamento vacío donde antes había música de la buena, la vitrola escondida en el armario, el libro amarillento sin terminar de leer, la soledad persistente del gato del vecino que maúlla a la luz del farol de la calle desierta, el chico en la patineta que insiste intermitentemente con subir y bajar el desnivel de la vereda, el monje que prepara la mesa con las ofrendas y las vasijas repletas, el mantra que se repite una y otra vez como fondo de pantalla.

El escritor que mira el papel en blanco buscando una musa que camine por la cornisa del borde doblado, la máquina de escribir sin funda y con la tecla A torcida y moribunda, el vecino que sigue castigando al perro que ladra y éste que mueve la cola sin saber que el amor es otra cosa. La niña que sueña mientras se mece en la hamaca de la plaza viendo pasar multitudes de otros chicos que la ignoran mientras escriben sus mensajes abreviados en una pantalla de celular. La mujer que espera que él se desocupe de su familia para ser amada de cinco a siete, la culpa después de las siete, el vacío, siempre el vacío.

Y vos, envuelto en este frío gélido, sin saber qué hacer, volviendo a ofrecer el pan en vez de la torta, un medio tiempo, una bandera a media asta, un velero sin curso, un mar sin luna ni estrellas, una vida vacía de sueños, un libro sin título, una casa sin techo, un mundo sin revolución ni cambio, un desierto sin oasis, un oasis sin agua.

Y yo, envuelta en esta bata rosa, esperando que termine todo esto en algún punto matemático que me lleve de vuelta hacia la tibieza de un corazón que pasó de estar en llamas, a latir al compás de un tiempo desafortunado.

Patricia Lohin

Foto Edward Steichen

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