Invisible
Con este amargor tan extraño, se ha quedado. Como yo, cuando engañado por él, mordí aquella almendra negra. “Si masticas una, serás invisible”. Mi corta edad e ingenuidad eran ideales para sus bromitas constantes y sus manipulaciones para que yo asumiera las culpas de todo lo malo que él hacía. Al crecer, me quitaba las novias y amigos, y hasta en este negocio que montamos juntos, se lleva todos los honores. Por todo eso, no lo soporto más y le he dicho que me voy, ahora siente él, la amargura. Digo adios a los portarretratos del despacho aunque no aparezca en ninguna fotografía.
Torcuato González Toval