Ágil, veloz, ligera, rápida. Sinónimos de lo que has sido siempre. Un fulgor repentino, una brisa huracanada. Naciste hace mucho tiempo, pero lo hiciste entre las sombras. Entre las sombras de las otras. ¿De quién? Pues de quién va a ser. De las demás niñas, de las demás mujeres. Cuando tu carita pueril aún no había experimentado el daño de una bofetada, cuando tu inocente corazón creía que un príncipe azul llegaría en su níveo corcel alado para rescatarte de… De los fantasmas del pasado. Cuando sustituiste el caballo por la moto y la moto por el coche. Y aún así, príncipes y príncipes desfilaban ante ti, pero ninguno iba a buscarte. Mientras lustrosos caballos, impolutos autos y rutilantes hombres rescataban a las otras, tú seguías de pie, detrás, en doble fila y mal aparcada. Se te pasó el ticket de la O.R.A. y tuviste que resignarte a volver. Maldita suerte la tuya.
Perteneces a un tercer tipo de mujer. Oculta, camaleónica, de piel de cera, que aguarda sigilosa y con cautela, sin esperar nada, porque nada se ha convertido en tu apellido. En ocasiones desearías echar a volar y emigrar. No volver. Pero siempre está ahí esa maldita esperanza que te hace recapacitar. Una brisa, un halo… algo que te susurra al oído… “Quédate”.