Iqbal Masih
Publicado el 09 noviembre 2016 por Susana Zarzuela
Hace unos días os hablaba de la vida de muchas mujeres silenciadas a lo largo de la historia. Vidas sin voz propia, sin derecho propio. Historias olvidadas y privadas de identidad porque era lo socialmente aceptado en la época. Bien, pues si ha habido una voz silenciada a lo largo de la historia esa ha sido la de los niños. Y no hablo sólo de los niños esclavos de la antigua Roma o Grecia. Ni de su incorporación masiva a las fábricas con la revolución industrial en el siglo XVIII. Hablo de la actualidad, del siglo XXI. Porque entender la esclavitud en una sociedad que para divertirse iban a ver cómo leones despedazaban a gladiadores no es complicado. Pero entender que hay millones de niños que sufren la esclavitud en un mundo en que otros tantos millones están siendo malcriados es muy difícil.
Niños respirando minerales tóxicos
Se estima que casi 200 millones de niños en el mundo de entre 5 y 14 años están siendo explotados principalmente en Africa, Asia, Pacífico, América Latina, El Caribe y Oriente Medio. Obligados a trabajar en condiciones inhumanas, respirando productos tóxicos y con horarios interminables en la agricultura, minería, industria textil, vertederos o construcción. Privados de educación, de infancia, de sueños y de futuro.
Jornadas interminables en talleres textiles
Y lo peor es que en mayor o menor medida somos conscientes de ello. Los medios de comunicación de vez en cuando sacuden conciencias mostrando niños cosiendo ropa que llevamos a diario, deportivas por las que pagamos cantidades indecentes, tejiendo alfombras que pisamos sin mirar, excavando minerales que se usan en la fabricación de nuestros móviles y durante unos días pensamos en ser más responsables, pero luego se nos pasa, si total, aunque yo no me compre estos pantalones esos niños seguirán allí, no puedo hacer nada. No es cierto, algo sí podemos hacer algo: de altavoces. Podemos continuar con la labor de comunicar, de sacudir conciencias hasta que no se nos olvide nunca más.
Miguel Griot se ha tomado muy en serio esta labor. Como periodista no podía dejar en el olvido la vida de Iqbal Masih, un niño vendido como esclavo, y ha escrito un libro precioso para reivindicar su figura y su lucha.No se pueden comprender, con los ojos del presente, situaciones en las que niños son sometidos a determinadas condiciones, sino se entiende la mentalidad de la sociedad en la que se dan. Miguel expone con una gran maestría cómo y por qué sucede esto ya que son los mismos protagonistas quienes lo explican. Los que permiten que suceda, los que lo justifican, los que lo apoyan y los que lo necesitan."Lo que a ti te extraña es corriente para mi vecino y el vecino de su vecino. Lo que a ti te espanta es mejor que el estómago vacío. Las reglas que consideras injustas son las que yo, mi vecino y el vecino de su vecino debemos seguir, las mismas que no podemos incumplir. Si tenía otra alternativa, no la vi. Si la había, nadie me la enseñó."
Iqbal fue un niño excepcional. De forma innata supo que aquello que le había tocado vivir no era justo ni para él, ni para los demás y luchó contra ello hasta la última consecuencia. Si crees que no puedes hacer nada para cambiar esa situación piensa en un niño de diez años. Si él pudo, tú también.
Iqbal Masih
Iqbal Masih, Lágrimas, sorpresas y coraje es un libro que no te deja indiferente, que deja poso, que tras cerrarlo sabes que algo se quedará contigo siempre. Si os gustan este tipo de lecturas, éste es vuestro libro. Con una prosa ágil y directa se lee en un suspiro, pero te hace respirar hondo.
"De la misma forma que uno no compraría una lata de comida sin saber sus ingredientes, tampoco deberíamos comprar una alfombra (o cualquier otra cosa) sin saber cómo se ha hecho."
Fotos: Steve McCurry