El trabajo en las raíces y en las viñas, en los árboles, ha de ser destruido para mantener el precio, y esto es lo más amargo, lo más doloroso de todo. Carretadas de naranjas arrojadas a la basura. La gente recorrió millas para recoger esa fruta, pero no pudo ser. ¿Cómo podían comprar naranjas a veinte centavos la docena si podían recogerlas en las basuras? Y los hombre descubren que la fruta ha sido rociada con petróleo. Un millón de seres hambrientos, que necesitan la fruta...., y las montañas de oro regadas de petróleo.
Y el olor a podredumbre llena el país.
En los barcos se quema el café como combustible. Se quema el maíz para lograr calor. Se arrojan patatas a los ríos y se colocan guardias en las orillas para que la gente hambrienta no pueda sacarlas. Se descuartiza a los cerdos y se los entierra, y la putrefacción penetra muy hondo en la tierra.
Este es un crimen que no tiene nombre. Aquí hay una pena que el llanto no puede simbolizar. Hay aquí un fracaso que anula todos los éxitos. La tierra fértil, los árboles derechos, los troncos macizos y la fruta madura. Y los niños mueren de pelagra porque una naranja ya no deja utilidad. Y los médicos forenses deben decir en los certificados "muerto por desnutrición"; porque el alimento hubo de pudrirse, se le obligó a pudrirse.
La gente fue al río con redes para pescar las patatas, y los guardias los hicieron volverse; llegaron en sus desvencijados coches para recoger las naranjas tiradas, y las encontraron empapados de petróleo. Y se quedan quietos viendo flotar las patatas, escuchan los chillidos de los cerdos cuando los descuartizan para cubrirlos de cal, ven cómo se provoca la putrefacción de las naranjas; y en los ojos de la gente hay una expresión de fracaso, y en los ojos de los hambrientos hay una ira que va creciendo. En sus almas las uvas de la ira van desarrollándose y creciendo, y algún día llegará la vendimia.
Tras el crack de 1929, época de la Gran Depresión, y debido a las tormentas de polvo y la sequía que destrozó los campos de cultivo y la posterior expropiación por los bancos de estas tierras, millones de familias de Oklahoma Kansas y Tejas, conocidos como okies, se vieron condenadas a la más baja miseria. Por ello decidieron emigrar, con una mano delante y otra detrás, a la "tierra prometida" de California, donde, supuestamente, había trabajo y oportunidades para todos. En este contexto, John Steinbeck narra la historia de una familia, los Joad, que se ven condenados a emigrar para poder sobrevivir. Así, resignados y sin poder hacer otra cosa que seguir luchando por encontrar trabajo y una vida digna, se montan en una vieja camioneta y emprenden un viaje lleno de esperanza. Pero en California no hay lo que esperan encontrar: deberán soportar condiciones infrahumanas de vida, odio y marginación, salarios pésimos que apenas les dará para comer, humillación y maltrato por parte de la policía y los nativos de California, que verán en ellos a un enemigo, un ser inferior, alguien que les quita el trabajo y con ello impregnarán de miedo a los demás; es el miedo y el desprecio a lo desconocido, al de fuera, al extranjero, aunque éste sea honrado y trabajador. El egoísmo en su más pura esencia. [...] De esta manera, la familia Joad tendrá que enfrentarse a todo ello, al hambre, a la miseria, a la muerte, a los desprecios y humillaciones, siendo una familia trabajadora y de buen corazón, y nos darán una lección de humildad, de fuerza, de coraje, y de amor. Un claro ejemplo de la lucha por la supervivencia, de hasta donde es capaz de llegar el ser humano para mantenerse a flote y sobrevivir.
Gemma Serradell [El Correo de Madrid]