Revista Literatura

Irina

Publicado el 17 marzo 2016 por José Ángel Ordiz @jaordiz
IRINA

Es rubio y lacio el pelo de Irina (le sienta bien así, muy corto) y hay un verdemar en su mirada sonriente. Mi antigua amiga políglota, mi actual secretaria a tiempo parcial (como Blanca) habla el español con un acento que denota su procedencia ucraniana.

-Así que no te creen... ¿Te extraña?

Ríe (gracias, Irina), mira hacia la pantalla de este ordenador.

-No, qué va. Como lo mezclo todo y nunca se sabe si es real o ficticio lo que escribo... Lo que me extraña es que alguien lea lo que escribo, la verdad.

-Yo sí lo leo. Y Blanca. Y Rogelio.

-Ya... Cómo podría demostrar que existes tú y que existen, que también son reales, ellos.

-A estas alturas de la historia, es imposible que puedas demostrarlo. Como no vengan a esta casa, como vienen esos amigos tuyos, y nos vean...

-En fin, es lo que hay por aquí. ¿Qué había en Prípiat, Irina?

-Recuerdo los rosales, muchas rosas y de todos los colores, nada más. De la mascarilla que me pusieron y de las pastillas de yodo que tomé, me habló mi madre. También me habló del viaje en autobús, nocturno y..., cómo se dice, ¿precipitado?, a Kiev, donde mi padre, en Chernóbil cuando el accidente nuclear, murió dos meses después del desastre. Ella vivió más, nueve años más. ¿Sabes? Siento frío al recordar aquellas rosas de Prípiat, no sé por qué. También me contó mi madre que estuve más de seis meses sin decir ni una palabra tras el accidente.

-Y ya ves ahora, tantas en tu boca y en tantos idiomas. Lo del inglés y el español lo entiendo, pero lo del chino mandarín...

-Lu, un chino, era vecino nuestro en Kiev. Mi madre me contó que gracias a él volví a hablar. Después me enseñó el arte de escribir en su idioma. ¿Sabes? Tengo frío fue lo primero que dije.

-Pues sí que vas pasando frío tú. Sin embargo, mucha afición por la ropa de abrigo no tienes, con esas minifaldas y esos escotes.

Ríe Irina (gracias, Irina).

-Cuánto te pagan en ese colegio privado por tus clases de ruso y mandarín.

-Mil quinientos... De qué te ríes, por qué.

-Me acuerdo de una profesora de francés que tuve... Tus mismas piernas interminables, tus mismas minifaldas... Imposible concentrarse... Solo obtenían buenas notas las chicas.

-Como para creerte.

-Qué hay de cierto en eso de que nunca tendrás hijos.

-¿No eres químico?

-Sé por qué nunca los tendrás, es lo mejor, sí, mejor prevenir que curar, lástima que nadie herede esos ojos tuyos, pero no todos son químicos en este mundo. Podrías tenerlos pero no los tendrás, explícalo tú.

-Lo de Chernóbil me convirtió en una mujer radiactiva, mis hijos podrían nacer con..., cómo se dice, ¿malformaciones?

-Sobresaliente tu español, Irina.

La futura energía nuclear de fusión, inagotable, limpia, inocua, nos librará de los actuales peligros de la energía de fisión. Que tú, Irina, lo veas. Ya no serás mi secretaria ni existirá este blog, pero qué importa eso, nada.


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