Como a los once años empecé a fantasear con irme de mi casa. Hacía planes fantásticos. Calculaba cuánto dinero podría reunir y cuánto me duraría. ¿A dónde podría ir? Antes de cumplir quince años, conocí al papá de B y resolví que si me iba de mi casa, simplemente llegaría con él y él se encargaría.
Cuando mi matrimonio se deshizo, pasé unos años fantaseando con irme. Hice largas cartas de despedida. Lloré amargamente cada vez que "ya me iba".
Ahora ya no estoy para fantasías ni puedo llegar con alguien a que se encargue, pero tampoco avanzo realmente en los planes para irme a donde quisiera estar. A veces donde no cabe el drama se llena de vacío. Por eso había drama, porque el vacío es gacho.
Silvia Parque