(foto EL PAÍS)
LA ENTREVISTA DE Iñaki Gabilondo a Alberto Ruiz-Gallardón en CNN+ el lunes por la noche evidencia, por si cabía alguna duda, que la distancia personal y política entre el alcalde y la presidenta es insalvable. Y no sólo eso, sino que, como compiten por el mismo espacio, y quién sabe si por la misma herencia, su relación es irreconciliable. Lo es y lo será por mucho que se empeñe Mariano Rajoy en tratar de atemperar una guerra, que lo es sin cuartel y que sólo terminará el día que uno de los dos acabe matando o muriendo.
Parecía que, siguiendo recomendaciones de Génova 13, Gallardón iba a pasar por alto el famoso exabrupto del "hijoputa" pronunciado por Aguirre ante un micrófono indiscreto, pero no ha sido así. "Ni un ataque sin respuesta" debe haber pensado el alcalde de Madrid, a tono con la tradicional forma de reaccionar de su fiel escudero Manuel Cobo, más vehemente siempre que Gallardón. La presidenta no quiso atizar el fuego ayer, aunque ya le devolverá el golpe tan pronto como pueda. Al tiempo.
El reconocimiento de Gallardón de que mantiene una "distancia personal" con Aguirre y de que se haya dado por ofendido con el insulto del "hijoputa" viene a certificar que sigue trabajando con ella por mera cortesía institucional, aunque no con confianza porque "la confianza es un sentimiento personal". Con compañeros de partido así ¿quién necesita rivales? Dios los cría y ellos se desjuntan.