Revista Diario
En Agosto de 1991, escribí un poema que se llamaba "Ola a Isabel" que decía: "La niña tiene un pez/ en la mirada, / un pez atado/ de pies y manos/ a la vida./ Una casa sin umbrales/ que ensombrece/ la nariz dulce y pequeña./Isabel, /el viento te hiere las alas/ y tu risa,/ anclada en el silencio/ te salpica la espuma/ de la infancia/ por la cara". Esa niña, que entonces no tenía un año, terminó ayer Medicina. No me hizo caso cuando le pedí que estudiara otra cosa. Tampoco lo esperaba. Yo hice oídos sordos cuando me tocó a mí. Me hubiera gustado - seguro que a ella también - que mi abuela, que la adoraba, la hubiera visto recoger su beca y su diploma. Y afirmara orgullosa, como en mi caso - hace ya (¡Qué vieja soy!) diecisiete años - que era su nieta, aquella que estaba a su lado, sonriente. Sigue teniendo, Isabel - Isa - la nariz dulce y pequeña y la sonrisa ancha. Sigue estando de pies y manos atada a la vida. Porque es vital y alegre. Y contagia su alegría. No sé si le servirá de consuelo saber que, aunque mi abuela no esté, los demás nos sentimos igual de orgullosos. Y cruzamos los dedos para que siga sin hacernos caso y decida hacer lo que le haga realmente feliz. Y nunca, por muchos años - y guardias - que pasen, pierda la sonrisa que inspiró aquel poema del 91.
El vídeo que os pongo bajo estas líneas recoge a modo de teatro los seis años de la 40ª Promoción (nos separan diecisiete) de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Laguna, de la que Isa forma parte. En él se recorren los pasillos, las aulas, la biblioteca y los jardines de mi-nuestra facultad. Decididamente, los medicoblastos de ahora se lo montan mejor.