Al final de la montaña se encontraba ella
Sentada en su trono de roca
Su presencia matinal fue para mí como un regalo de Isis
Me miro de reojo y sin inmutarse siguió contemplando el paisaje
Viendo al horizonte, dominando el mundo con su mirada
Impávida sentada en aquella roca
Cual reina del antiguo Egipto
No se dignó a dirigirme su mirada
Contemplaba su conquista, su escalada.
Y mientras miraba sonreía….
Sonreía satisfecha pues tenía al mundo a sus pies
Cuando por fin dirigió su mirada hacia mí
Me pareció ver a la estrella binaria sirio
Opacando al sol de medio día
Y entonces vi su rostro bello
Y fue cuando comprendí que ella era..
Un regalo de los dioses para los hombres.
Gogol
Etiquetas: Escritos propios, poesia
Esta entrada fue publicada el Martes, agosto 13th, 2013 at 16:38 y está clasificada bajo: Mujeres exquisitas. Puedes seguir cualquier cuestion de esta entrada a través de RSS 2.0 feed. Puedes dejatr un comentario, o trackback desde tu sitio web.