Recular es un acto muy costoso para los que son testarudos, pues deben renunciar no a una idea, sino a un modo de concebir su propia existencia, donde la verdad la tiene siempre uno mismo, asentada en las bases de una suficiente educación escolar y de una insatisfactoria educación familiar.
Y cómo le cuesta a todo el mundo variar su opinión respecto a Herman Tilke, ese diseñador de circuitos que tiene un único pecado, que Bernie Ecclestone se ha empeñado en que todo lo nuevo en la F1 sea concebido por el alemán.
Incluso cuando vemos una maravilla como el circuito de Turquía, los nostálgicos se echan las manos a la cabeza y niegan la evidencia de las bondades de un trazado, argumentando casi siempre lo mismo, a saber, una dificultad excesiva para adelantar, y que hay otros trazados históricos mucho más válidos que el turco.
Cierto es que el circuito de Turquía no llama especialmente la atención, a no ser por la curva 8, pero un análisis un poco más minucioso nos hace ver alguna peculiaridad que hace casi único al trazado otomano. Por ejemplo, que se rueda en sentido contrario a las agujas del reloj, y aunque no sea un dato transcendente en nada, uno no deja de ver con cierto cariño a esos bichos raros en los que el giro es al revés. También adornan al trazado turco apreciables desniveles que hacen para el piloto más variado el discurrir por la pista. La zona rápida es realmente espectacular, terminando en una fuerte frenada a izquierdas.
Pero permítanme que insista en la famosa curva 8 ¿y por qué es famosa? Porque es un desafío permanente para pilotos, coches e ingenieros, además de que para el espectador es uno de los momentos visuales más espectaculares de toda la temporada. Ocho segundo y medio trazando la curva… no hay algo similar en el campeonato. Una verdadera maravilla la concepción de esos cuatro vértices, la meca del buen piloto, un lugar al que la FIA se empeñó en hacerle unas descomunales escapatorias de asfalto, que hacen que el cobarde se la juegue y la haga a tope, como los buenos. Si las escapatorias de esa curva fuesen una trampa de arena, veríamos en ese punto cómo el piloto valiente ofrecería espectaculares imágenes, al estilo Eau Rouge, pero mientras esas escapatorias de arena no se hagan, veremos como los pilotos arriesgan sin temor a cometer el fatal error que terminaría con sus huesos en la arena y con sus posibilidades truncadas. Solamente por esa curva merece Istambul Park pasar a la historia como uno de los más preciosos circuitos que se hayan diseñado.
Y saliendo de la curva 8, se acomete una recta no muy larga que termina en el giro 9, a izquierdas; no tengo muchas dudas de que la idea de Tilke era hacer una sucesión de tres rectas enlazadas por curvas muy abiertas, en las que no hubiese que levantar el pie del acelerador. Pero llegó Bernie y la FIA a decirle a Tilke, a exigirle, que lo que exponía no podía ser porque las velocidades al final de la tercera recta serían enormes, afectando por ello a la seguridad. Tilke tuvo que colocar la puñetera chicane antinatura (como todas) que dibuja las curvas nueve y diez, truncando con ello el que podría ser con diferencia el mejor circuito del calendario. Tres rectas enlazadas con una longitud total de 1800 metros, a tope, haciendo con ello la zona más rápida de todo el mundial de Formula 1.
Y yo, desconfiado por naturaleza y demasiado viejo para creerme las cosas según las presencio, sin preguntar siquiera, me planteo la posibilidad de que Herman Tilke sea un genio capaz de crear pistas de carreras únicas, un virtuososo al que quizá la obsesión por la seguridad le haya cortado las alas, convirtiéndole en un decorador de exteriores, víctima de un demasiado exigente legajo, al que debe ajustarse sin excusa. ¿No será un animal salvaje que debe dejarse domesticar para seguir con vida, haciendo graciejas hoy sí y mañana también para que su amo le dé el caramelito del consuelo?
Valido la inscripción de este blog al servicio Paperblog bajo el seudónimo martinherzog