Hace
diez años viví mi primer gran viaje, ese que te marca de por vida,
ese que te cambia para bien o para mal, ese que nunca olvidas por ser
tremendamente especial, y en mi caso, fue el que sembró la semilla
de mi deseo de viajar por Europa y conocer al máximo este viejo y
bello continente que nos vió nacer.
Fue
el típico viaje de fin de bachillerato, y que constituyó muy
seguramente una de las mejores épocas de mi vida. Ese viaje fue a
Italia, durante 10 intensos días, descubriendo la independencia y
libertad, con apenas 17 años y la mejor de las compañías.
Recorrimos miles de kilómetros en un autobús de dos pisos en el que
era imposible dormir, con noches interminables pero días
divertídisimos, pasando primero por la costa azul de Francia, por Niza y Mónaco. Después, ya en Italia, pudimos
descubrir el país de norte a sur, conociendo las ciudades más
señaladas, como Roma, Florencia, Venecia o Pisa, y otras menos nombradas pero encantadoras, como Verona o Siena.
Pues
bien, diez años después vuelvo a Italia para acabar de conocer este
país tan cautivador. Un lugar que a mi siempre me recuerda mucho a
España, en el ambiente, la gente y la forma de vida. Así que en
apenas veinte días vuelo a Milán con la intención de empaparme de
Italia tanto o más que la otra vez. Y desde Milán podré descubrir
todo el norte del país: Turín, Génova, Bolonia, el lago di Como,
Pavia y por supuesto repetir Venecia, una ciudad que merece una
segunda oportunidad.
Italia
siempre espera. Es de esos lugares a los que sabes que vas a volver,
y al que volveré. En aquel viaje de hace años me encandilaron
sobremanera Florencia y Roma. Quizás por ello Venecia fue una
pequeña decepción. Estuvo bien, es una ciudad mágica, pero me dejó
un sabor de boca agridulce. Por eso, en este nuevo viaje es el único
destino que voy a repetir, porque en el fondo era la ciudad que más
ganas tenía de redescubrir, de ver con otros ojos. Y espero que así
sea esta vez.
Seguramente
este será mi último gran viaje del año. Una especie de autoregalo
antes de comenzar una nueva vida que al principio se presenta repleta
de incertidumbres. Tras los fríos de Suecia y Finlandia, y después
de enamorarme de París, la cálida y deliciosa Italia me espera.
Como siempre, a mi regreso, aquí os lo contaré.