Revista Literatura

J. Mª PANADÉS: UN HIJO DE PAPEL

Publicado el 22 octubre 2019 por David Rubio Sánchez
J. Mª PANADÉS: UN HIJO DE PAPEL
  Decía Stephen King, uno de los referentes de nuestro invitado de hoy, que lo único importante en un escritor era que contara la verdad. Por supuesto, no una verdad absoluta, sino la que el autor percibe. Que sea valiente. Valiente de la única forma que uno puede serlo: siendo honesto y auténtico.   Eso es lo que Josep María Panadés, a quien todos los que participamos en este blog conocemos, nos cuenta en este texto con el que todos los que aspiramos a ser escritores nos vamos a identificar. Unas reflexiones reales, o irreales, como la vida misma.
  Palabra a palabra.

UN HIJO DE PAPEL, por Josep María Panadés

  Escribir un libro puede parecer tarea fácil para quien nunca lo ha hecho. Nada más incierto. Es una labor difícil y complicada. No solo hay que saber escribir, sino, además, y ahí es donde reside la mayor dificultad, cautivar al lector. Pero aun creyendo haber sido capaz de lograr dicho objetivo, nos hallamos frente a otro reto: dar a conocer nuestra obra ─esa que nos merece todo el respeto y por la que sentimos una gran estima─, a los lectores potenciales y esperar acontecimientos.
  Acumular lectores y parabienes es el mayor placer de un escritor. Los hay, sin embargo, que se contentan con haber podido dar a luz a su hijo de papel y con tan solo un puñado de lectores ya se sienten sumamente satisfechos. Yo creía pertenecer a este grupo, pero no sé si la vanidad o simplemente el deseo de ser conocido y reconocido como un escritor de calidad, hizo replantearme el lema que pretendí convertir en estandarte de mi andadura escritora: «escribir por placer y no para complacer.»
  Una opinión muy sensata y conformista es la que considera que lo mejor de escribir es disfrutar de ello y no del resultado. Hay que gozar del camino que se anda sin esperar ningún trofeo al llegar a la meta. Pero eso de que lo importante no es ganar sino participar, aun siendo cierto, no impide que a todos nos guste triunfar, y si no conseguimos la medalla de oro, por lo menos un premio de consolación.
J. Mª PANADÉS: UN HIJO DE PAPEL
  Es por ello, por ese orgullo, amor propio o autocomplacencia ─llámesele como se quiera─, que quien publica un libro desea tener éxito, tanto en forma de elogios como de ventas. Y aunque uno no aspire a poder vivir de la escritura (algo de lo que solo unos pocos pueden vanagloriarse), sí que desea ver recompensado su trabajo con una buena acogida. ¿Qué se entiende por recompensa y buena acogida? Eso cada uno lo definirá según sus necesidades o exigencias, o las de su ego. Siendo lo más moderado posible, yo me consideraría mínimamente satisfecho si mi libro llegara a todos aquellos que me conocen, bien personalmente, bien virtualmente a través de las redes sociales, y que el beneficio económico de sus ventas superara, como mínimo, la inversión realizada. Puede parecer un planteamiento materialista, pero yo más bien lo calificaría de pragmático. Por la ilusión de ver tu libro publicado, eres capaz de perder dinero, pero, a ser posible, que no sea demasiado.
  Hace poco más de un año, decidí publicar una recopilación de relatos en Amazon, siguiendo el único método viable para un escritor novel y desconocido como yo: la autoedición. Y siguiendo el método de ese tal Juan Palomo, a quien no he tenido el gusto de conocer, pero del que he oído hablar mucho, me puse manos a la obra y de ello resultaron las dos versiones disponibles de Irreal como la vida misma: en tapa blanda y en formato electrónico.
  Con esta modesta obra he visto, por lo tanto, cumplido un pequeño sueño: publicar algo surgido de mi pluma, o debería decir de mi imaginación. Podría decir, pues, misión cumplida, si no fuera porque ─por mi evidente ineptitud comercial─ no he logrado el éxito esperado en cuanto a lectores, si bien las críticas recibidas por algunos de ellos han sido muy positivas. Quiero creer que han sido opiniones totalmente sinceras. Afortunadamente, la inversión realizada no me ha llevado a la bancarrota.
J. Mª PANADÉS: UN HIJO DE PAPEL
  A Oscar Wilde se le atribuye la frase que dice que “Solo hay dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo”. Pero hay una tercera condición sine qua non que este laureado escritor no menciona y que considero fundamental: cómo se dice. No me corresponde a mí decir si escribo bien o mal, pero ─y perdonadme la osadía─ me atrevería a decir que no lo hago del todo mal.
  Son mayoría los que opinan que se aprende a escribir leyendo y escribiendo. Si es por ello que no quede. Pero hay algo más intangible en donde reside el quid de la cuestión: hay que saber atrapar al lector con historias atractivas contadas con gracia y talento. El estilo narrativo difícilmente puede copiarse, se aprende, se cultiva, pero el talento, en mi opinión, se tiene o no se tiene.
  Pero el éxito de una obra depende también de otros factores. Hay escritores cuya primera obra, su opera prima, ha resultado un rotundo éxito de ventas y otros que no lo logran hasta su tercera o cuarta obra, o nunca. Y es que, al margen del talento, influye en ello las facilidades u oportunidades que hayan podido tener (un reconocido periodista, un personaje famoso o alguien ligado al mundo editorial, por poner unos pocos ejemplos, lo tendrá mucho más fácil que un perfecto desconocido por cuya obra no habrá editorial de cierto prestigio que apueste ni un solo céntimo). No quiero decir con ello que solo triunfan los que reciben un espaldarazo. Hay quien demuestra poseer un verdadero don para las letras y es capaz de abrirse camino por sí mismo, aunque deba dedicar para ello muchísimo esfuerzo. Aun así, me atrevería a afirmar que son casos poco frecuentes. No sabría decir si un artista nace o se hace, pero sí que hay que llevar dentro la semilla que, a base de esfuerzo y dedicación, puede acabar germinando y dando sus frutos.
  También pienso que uno de los inconvenientes de un escritor novel, es que no suele estar lo suficientemente capacitado para ser su propio juez. Solo sus lectores pueden enjuiciar la calidad de lo que escribe, y aun así será normal la disparidad de opiniones. Normalmente, el principiante se cree mejor escritor de lo que realmente es, pues está exento de imparcialidad crítica. No sé si ello será por egolatría, falta de rigor o simplemente por la ilusión que le embarga haber sido capaz de engendrar un texto del que se siente orgulloso. En ese contexto, las alabanzas procedentes de familiares y amigos no son de mucha ayuda, pues no siempre son todo lo sinceras que deberían ser. Así pues, aunque duela recibir una crítica negativa, es la mejor forma de mejorar, a menos que sea despiadada y poco objetiva, pues no todos los lectores tienen los mismos gustos, del mismo modo que no todos los escritores reaccionan igual ante ella. Hay quien ante una crítica desfavorable se hunde y hay a quien le resulta un revulsivo.
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  Confieso que yo también he caído en la vanidad del principiante. A pesar de considerarme una persona nada engreída y muy insegura cuando se trata de emprender una tarea novedosa y difícil, me sentía, desde un principio, muy satisfecho de mis textos, seguramente porque no sabía calibrar mi potencial. De ello me he percatado cuando alguien, con un punto de vista mucho más objetivo que el mío, me ha hecho notar alguna que otra incorrección que me había pasado totalmente desapercibida. Esa crítica constructiva es la que obliga a fijarte con más detalle en lo que escribes y en cómo lo escribes y a saber reconocer esos vicios ocultos, esas muletillas que a veces uno arrastra sin darse cuenta. Porque escribiendo y errando se aprende a escribir mejor, siempre que reconozcas tus puntos débiles y los enmiendes.
  Debo confesar también que me alivia saber que incluso los textos de los escritores más renombrados suelen ser retocados por un corrector de estilo, llegando incluso ─eso me han contado─ a corregirles faltas de puntuación. Por lo tanto, si uno no tiene un buen corrector a mano que le revise sus textos antes de publicarlos, se arriesga a que contengan algunos fallos. Yo utilizo a mi mujer como caza-gazapos personal, pero, por lo visto, hacen falta muchos más ojos y más imparciales para detectarlos todos.
  Por lo tanto, mi recopilación de relatos, Irreal como la vida misma, podría no ser una excepción. Creo, sin embargo, y sin ánimo de pecar de inmodestia, que las historias que contiene son lo suficientemente atractivas, entretenidas y bien contadas, como para captar el interés del lector. Pero ello solo puede comprobarse si uno se arriesga a leerlas. ¿Te arriesgas tú, que estás leyendo esta entrada?
Josep Mª Panadés
  ***Gracias, Josep, por compartir con nosotros estas reflexiones. Como dije al principio, creo que todos nos hemos identificado con ellas.
   Si queréis conocer un poquito más sobre el libro de relatos IRREAL COMO LA VIDA MISMA de Josep María podéis acceder a las distintas reseñas que se han publicado en varios blogs:
    En el blog: CUÉNTAME UNA HISTORIA, de Rosa Berros (AQUÍ)
    En el blog: LA QUIMERA, de Irene F. Garza (AQUÍ)
    En el blog: LEER, EL REMEDIO DEL ALMA, de Paloma Celada (AQUÍ)
    En el blog: PEQUEÑOS TRUCOS PARA SALIR DE LA CRISIS, de Gemma López (AQUÍ)
    En el blog: RELATOS EN SU TINTA, de un servidor (AQUÍ)
    Y, por supuesto, podéis haceros con un ejemplar directamente en AMAZON (AQUÍ)

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