Jarrea

Publicado el 11 febrero 2013 por Evamric2012

Abulio le dijo:
- Amanda, cuando piensas y cuando follas pareces un macho.
Amanda lo miró por el rabillo del ojo y esbozó una sonrisa huera.
Le supo mal el comentario, y como la mantis religiosa, pensó que se lo comería pero a su debido tiempo.
Amanda había aprendido a esperar, a ser tan paciente como el macho en celo que espera a la hembra.
Primero olía a la presa, la miraba, la encandilaba.
Zalamera en sus ademanes y en sus gestos,  Amanda  sabía columpiarse en un eterno juego.Será que había aprendido a oler primero.
Abulio le dijo a Amanda, hueles a macho, bajo tus perfumes de hembra, hablas como los machos y tengo que domarte como a las yeguas.
Amanda seguía esperando. Paciencia. Seguía mirándolo de reojo, recostada en las sábanas mojadas de la última cogida.
Abulio aquel día no le dijo nada, le dio un golpe en la sien.
Amanda esperaba, galopaba en la niebla, desbocada yegua, en prados de vespertinos, brotes de hierba fresca.
Abulio creyó haber domado a la yegua. La sentía latir, mecerse en su viejo sillón de mimbre y en sus vaivenes, recostar la mirada en el hueco de la ventana.
Amanda seguía esperando. Tiempo, era lo que ya le sobraba a la yegua. Seguir pensando como los machos, en eso hay que aplicarse, pensaba la indomable.
Abulio creyó. Amanda sintió pena. Una vez más, la rebelde, sintió pena.
Doblegar al macho, ni se le hubiese ocurrido a ella. Doblegar, agachar la cabeza, un golpe más. ¡Qué más daba!
Paciencia.
Jadeo y jarrea.  
Y aquella copla en el tocadiscos que seguía sonando y sonando.
Así seguía la yegua el camino, bajo los quejíos del pasado: "tres puñales, qué más daba".
Amanda había visto en Abulio las patillas delineadas del macho.
Le supo mal que intentase domarla, no se doma a una yegua, ni a latigazos, ni a golpes, todo lo más con paciencia, o con versos, a pelo, o a cabagar con ella,   y de no saber, mejor dejarla desbocada. 
- Pero ni caso, porque  éste ni sabe de montar  y mejor se fuera a correr mulas- pensaba. Y ya le había dado hacía tiempo la coz, aunque él ni se diera cuenta.  Los orgasmos fingidos, al menos le daban tregua, la dejaban en paz, y después,  ya se dormía. Aquí os dejo el primer texto publicado sobre la serie Amanda. Lo borré en 2009. Pero lo recuperé gracias a Dios Google.
P.S. Otro vídeo del Poveda, ( ya sé) pero es que canta...,  es guapo del día que quieras ( yo lo tendría a mi vera a toas horas) , y además tiene unos palmeros...