El concepto de "despojarse" constituyó una feroz controversia en el siglo XIX, y actualmente perduran algunos elementos de ella. La palabra griega usada por Pablo en el capítulo 2 de Filipenses, Kenosis, significa "vaciar"; en la mayoría de las versiones de la Biblia se traduce como "despojar". La pregunta es: ¿De qué cosa se vació Jesús en su estado humano (encarnado)?
La visión popular de ciertos círculos en el siglo XIX fue que, en el momento de la Encarnación, el Dios eterno, la segunda persona de la Trinidad, puso a un lado -se vació a sí mismo- de sus atributos divinos para poder convertirse en hombre. Y al convertirse en hombre, en un sentido muy real dejó de ser Dios. Tenemos así, la transformación de la deidad en humanidad porque dejó de lado su omnisciencia, su omnipotencia, su auto existencia y todos los demás atributos que son propios de la naturaleza de Dios.
Hugo un teólogo ortodoxo que, en medio de la controversia, dijo en forma más o menos cáustica que la única vaciedad aprobada por la teoría era la capacidad de las mentes de los teólogos que enseñarían que Dios podía dejar por un segundo de ser Dios. Si Dios dejara a un lado uno de sus atributos, lo inmutable sufriría una mutación; lo infinito repentinamente dejaría de ser infinito; sería el fin del universo. Dios no puede dejar de ser Dios y seguir siendo Dios, así que no podemos decir acertadamente que Dios pone a un lado su integridad para adoptar la humanidad. Es por eso que el cristianismo ortodoxo siempre ha declarado que Jesús fue verus homus, verus Deus: verdaderamente hombre, verdaderamente Dios; completamente hombre y completamente Dios. Su naturaleza humana fue completamente humana, y su naturaleza divina fue siempre y en todo completamente divina.
Sin embargo, el apóstol Pablo habla de Cristo despojándose a sí mismo de algo. Creo que el contexto de Filipenses 2 deja muy claro que aquello de lo cual se despojó no fue de su deidad ni de sus atributos divinos si no de sus prerrogativas: su gloria y sus privilegios. Voluntariamente cubrió su gloria con el velo de esta naturaleza humana que tomó sobre sí. No es que la naturaleza divina deje de ser divina para volverse humana. En la transfiguración, por ejemplo (Mateo 17:1-13), vemos la naturaleza divina invisible abrirse paso y hacerse visible, y Jesús se transfigura ante los ojos de sus discípulos. Creo que lo que Pablo dice, el Filipenses 2, es que debemos de imitar esa disposición a renunciar a nuestra propia gloria, a nuestros privilegios y prerrogativas.