EL ÚLTIMO BRILLO
Cambios de aire y de músicos acontecieron en el seno de Tull al despuntar el ’76. Después de años de estrecha relación con Anderson, el bajista Jeffrey Hammond-Hammond entendió que ya había dado todo por la música, colgó su instrumento y partió de la banda en buenos términos para abocarse de ahí en más a la pintura.
No se trataba de una pasión escondida, sino de una auténtica vocación que le permitía alternar sus estudios de arte con las giras y grabaciones del grupo. Desde entonces, pintor profesional con actualmente más de 100 obras en su haber, Hammond no ha vuelto a la música, aunque goza del privilegio de haber sido partícipe de la época más fructífera e inolvidable de Jethro Tull.
El nuevo bajista de Anderson & Co. fue John Glascock, que en algún momento había dejado su huella en The Gods, oscuro grupo de los ’60 devenido en semillero de famosos y que hace unas semanas evocamos en un video. Glascock llegó justo a tiempo para el corte del nuevo álbum "Too Old to Rock ’n Roll, Too Young to Die", aparecido en abril del ’76 y editado en la Argentina un año más tarde. "No voy a explicarlo porque eso sería meterme en el terreno de Ian (Anderson) pero me gusta, -confesaba el guitarrista Martin Barre-. Está dentro de la línea de material acústico, eléctrico y orquestal que solemos usar".
¿Terreno de Ian? Uno se pregunta, con este tipo de declaraciones, si la tiranía ejercida por Anderson no se volvía en contra de la armonía grupal, como un feroz bumerang que pudiera hacer mella en la paciencia del resto de la banda. Pero al parecer, el grupo funcionaba aceitado y sin sobresaltos, como un mecanismo de relojería. "Yo soy el primero en aceptar que Jethro Tull es Ian Anderson, pero odio verlo escrito, -decía Barre-. Antes me dolía pero ahora ya no me molesta. De todos modos, cada uno de nosotros sabe bien que puede hacer lo que quiere, si es que las ideas son buenas".
Tanto la prensa como el público saludaron a "Too Old to Rock ’n Roll, Too Young to Die" con excelentes críticas y no pocos la señalaron como otra obra maestra tulliana. Si bien el diseño de la portada no parece encuadrarse dentro de la delicadeza de trabajos anteriores (thumbs-down para el diseñador) Anderson trae más y más novedades bajo su galera: se lo escucha tocando la guitarra acústica con más énfasis y precisión que nunca, y los sonidos que logra son los que confieren esa bucólica belleza a temas como "Salamander", por ejemplo. El brillo también ilumina a los demás: Martin Barre, intercalando invariablemente sus pulcros y brillantes solos, o la exactitud de la base rítmica Barlow y Glascock, o el impecable manejo de teclados de John Evan hablan de una obra depurada y lista para disfrutar plenamente.
Ian Anderson, entre tanto, el polifacético compositor de la totalidad de la producción discográfica tulliana, el arreglador, el productor, el co-manager, el incansable ejecutante de acrobacia gimnástica y elegante juglar medieval que soplaba su flauta como los dioses, se había retirado de la bulliciosa vida citadina para refugiarse en una añosa morada de la campiña inglesa en compañía de su esposa Shona y su entonces pequeño hijo James Duncan.
El aire de campo, la vida tranquila y el retorno al folk más ortodoxo quedaron plasmados en "Songs From the Wood", nuevo álbum de Tull de comienzos de 1977 y que presenta al arreglador David Palmer como miembro estable de la banda en sintetizador y órgano de tubos. "Yo insisto en la necesidad de diferentes direcciones y en hacer discos diferentes cada vez, -aclaraba Anderson acerca del rumbo de su novel obra-. No me gusta repetirme y soy ampliamente consciente de que discos sucesivos desilusionan a cierta gente, simplemente porque no suenan igual. Pero yo no estoy dispuesto a satisfacer sus preconceptos, por eso cambio. Ya sé que muchos estarían satisfechos si sacara un álbum como los de las primeras épocas cambiándole solamente el título. Es la gente con esa mentalidad la que se va a sentir desilusionada con ’Songs From the Wood’". Lejos de desilusionar, no obstante, el bucólico álbum cosechó aplausos en todos lados, aún en la Argentina cuando apareció allá por octubre del ’77.
Ser un tull en lugar de un punk
Las postrimerías de los ’70 se convirtieron en épocas complicadas para el rock progresivo y su público. El estallido del punk y su propuesta conformista pronto crispó los ánimos de legendarios rockeros que al parecer, promediando los 30 años y tal como sentenciaba el álbum de Tull, eran "demasiado viejos para el rock, demasiado jóvenes para morir". Anderson cargó las tintas sobre esos rebeldes chiquillos punk que pretendían llevarse el mundo por delante. "Yo he odiado toda mi vida un ejercicio siniestro dentro del rock y más en el punk de ahora, que es el de escribir letras sin fundamento verdadero. La música hoy es diferente: es una especie de regreso al rock’n’roll de los años ’50, pero no tiene el interés musical que ese ritmo desarrolló con los años. Para mí la música tiene que tener necesariamente una gran nota emocional, pero también artística. Por eso yo estoy contento de ser un Jethro Tull y no un punk". Sabio.
A comienzos del ’78 trascendió que Anderson se había abocado a un proyecto solista de alto vuelo: nada menos que la composición de música de ballet desde su estancia de campo. Sin embargo, lo que se conoció poco después fue el nuevo disco de Jethro Tull, "Heavy Horses", editado en abril de ese año. Otro álbum embebido en aureola folk, es un homenaje a los fornidos caballos Shire y su desaparición de la campiña inglesa tras la ola de la modernización. La portada simbólica muestra a Anderson -curioso el hecho de que en las portadas de los álbumes de Tull aparecía sólo su líder- entre dos ejemplares equinos de magnífico porte. Al mismo personal de su antecesor se suma esta vez el violinista Darryl Way, de la exquisita banda Curved Air, en dos de los cortes, "Acres wild" y el que da título al álbum. Llegado a la Argentina a comienzos del ’79, no tuvo sin embargo la cálida acogida de "Songs From the Wood".
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Vinilo en vivo
Una gira europea a mediados del '78 fue el marco perfecto para la edición del esperado primer ábum en vivo de Tull, el doble "Bursting Out", paso previo para un inminente recorrido por Estados Unidos. El doble recoge dieciocho bandas, entre clásicos tullianos y dos novedades extra-Andersonianas: "Quatrain", del guitarrista Martin Barre y "Conundrum", de Barre y Barlow.
Para la promoción de su debut vinílico en vivo, en octubre de 1978 la banda cruzó el Atlántico por enésima vez embarcado en una gira estadounidense de 6 semanas, con un concierto en el Madison Square Garden de Nueva York. Ciertamente Anderson & Co. arrasaron el mítico escenario: 20.000 asistentes al recinto y una transmisión televisiva en varios países de Europa y hasta Australia y Brasil dieron cuenta, a grosso modo, de unos 400 millones de espectadores. "Jethro Tull funciona muy bien en Estados Unidos porque precisamente nosotros somos extremadamente ingleses y aportamos otra cultura al pueblo norteamericano", reconocía el líder.
"Stormwatch", el nuevo álbum folk en ciernes, por cierto no arrancaría con el pie derecho. Aquejado por su frágil salud y sometido a cirugía cardíaca, el bajista Glascock tuvo que ceder la mayor parte de sus aportes instrumentales. Un mes después de la edición del álbum, Glascock moría en Londres en noviembre de 1979 a los 28 años, tras sufrir complicaciones derivadas de su operación. De los 10 cortes presentes en el disco original, Glascock sólo grabó tres; en el resto, el bajo quedaría a cargo del propio Anderson.
Muchos tullianos de la primera hora afirman que la verdadera esencia de la banda se termina definitivamente con "Stormwatch", primer álbum de Tull desde su mismísimo debut con "This Was" que quedaría fuera del Top 20 en Estados Unidos.
Era también el ocaso de los años '70. Como la inmensa mayoría de sus contemporáneos del rock progresivo, Jethro Tull comenzaba a descender la imponente cuesta en la que había permanecido virtualmente incólume durante toda la década.
Jethro Tull - Parte I: La banda del agricultor
Jethro Tull - Parte II: Del blues al folk
Jethro Tull - Parte III: Años de furor y decadencia
Jethro Tull - Parte V: Disco eterno