Jiddu Krishnamurti

Publicado el 10 junio 2013 por Chesaudade
El Libro de la Vida
Indudablemente, aquel hombre que comprende la vida, no necesita creencias. Un hombre que ama no tiene creencias; ama. El que tiene creencias es el hombre consumido por el intelecto, porque el intelecto está siempre buscando seguridad, protección, siempre está evitando el peligro y, por eso, engendran ideas, creencias, ideales, detrás de los que pueda protegerse.
Percibir la verdad exige que se comprenda lo falso. Sin eliminar las causas de ignorancia, no puede haber iluminación; buscarla cuando la mente se debate en la ignorancia es en absoluto vano y sin sentido. Por consiguiente, debo empezar a ver lo falso en mis relaciones con las ideas, con la gente, con las cosas. Cuando la mente ve lo que es falso, se manifiesta lo verdadero; entonces hay éxtasis, hay felicidad.
Por cierto, las creencias echan raíces muy profundas y se vuelven inconmovibles, porque detrás de esas creencias, de esos dogmas, está el miedo constante a lo desconocido. Pero jamás miramos ese miedo; le volvemos la espalda. Cuanto más fuertes son las creencias, más fuertes los dogmas. Y cuando examinamos estas creencias: la cristiana, la hindú, la budista, etcétera, advertimos que dividen a la gente. Cada dogma, cada creencia tiene una serie de rituales, de compulsiones que atan y separan a los seres humanos. De modo que empezamos una indagación para averiguar qué es lo verdadero, cuál es el significado de esta desdicha, de esta lucha, de este dolor; y pronto quedamos atrapados en creencias, rituales, teorías.
No cambiar de creencias, no sustituir una creencia por otra, sino estar enteramente libres de todas las creencias, a fin de que nos enfrentemos a la vida de un modo nuevo a cada instante. Esto, después de todo, es la verdad: ser capaces de afrontarlo todo de una manera nueva, afrontarlo de instante en instante sin la reacción acondicionada del pasado, de modo tal que no exista el efecto acumulativo que actúa como una barrera entre uno mismo y lo que es.
¿Por qué las ideas se arraigan en nuestras mentes? ¿Y por qué no se vuelven sumamente importantes los hechos, no las ideas? ¿Por qué llegan a ser tan significativas las teorías, los conceptos, y no el hecho? ¿Es, acaso, porque no podemos comprender el hecho, porque nos falta la capacidad de enfrentarnos a él, o porque nos atemoriza hacerlo? Así pues, las ideas, las especulaciones, las teorías, son recursos para escapar del hecho...
Solamente cuando la mente está libre de la idea puede haber una experiencia directa. Las ideas no son la verdad; y la verdad es algo que debe ser experimentado directamente, de instante en instante.
sólo cuando uno puede trascender todo eso y el pensamiento está absolutamente silencioso, hay un estado en que se experimenta de manera directa. En ese estado sabrá uno qué es la verdad.
Las creencias jamás unen a la gente, siempre la separan; cuando la acción se basa en una creencia o en una idea o en un ideal, tal acción debe, por fuerza, estar aislada, fragmentada.
La idea es el resultado del proceso del pensamiento, el proceso del pensamiento es la respuesta de la memoria, y la memoria siempre está condicionada. La memoria, que se halla permanentemente en el pasado, es reavivada en el presente por medio de un reto. Pues la memoria no tiene vida en sí misma, cobra vida en el presente cuando debe enfrentarse a un reto. Y toda la memoria, latente o activa, está condicionada
Los políticos suelen prometer, las organizaciones religiosas, pueden prometer la felicidad futura; pero esa felicidad no la tenemos ahora,
y el futuro tiene relativamente muy poca importancia cuando estoy hambriento. Hemos ensayado todos los otros caminos; pero el camino del amor sólo podemos conocerlo si conocemos el camino de la idea y abandonamos la idea, lo cual implica actuar.
¿por qué dividimos la vida en la cosa llamada 'bien' y la cosa llamada 'mal'? ¿No existe, en realidad, solamente una cosa, que es una mente inatenta? Por cierto, cuando hay atención total, es decir cuando la mente está por completo atenta, alerta, vigilante, no existen cosas tales como el mal o el bien; sólo hay un estado lúcido, despierto. La bondad no es, entonces, una cualidad del ser, no es una virtud; es un estado de amor.
Cuando hay amor, no hay bien ni mal, sólo hay amor. Cuando uno ama verdaderamente a alguien, no piensa en el bien o el mal, todo su ser está lleno de ese amor. Sólo cuando se termina la atención completa, cuando concluye el amor, surge el conflicto entre lo que soy y lo que debería ser. En este caso, aquello que soy es malo, y lo que debería ser es lo que llamo bueno.
Peleamos por ideas, justificamos el asesinato; en todas partes del mundo estamos justificando el asesinato como un medio hacia un fin justo, lo cual es, de sí, inaudito. Antes, se reconocía que el mal era el mal, que el asesinato era asesinato, pero ahora el asesinato es un medio para obtener un resultado noble. El asesinato, ya sea de una sola persona o de un conjunto de personas, se ve justificado, porque el asesino o el grupo que él representa, justifica ese asesinato como el modo cierto de alcanzar un resultado que será beneficioso para el hombre. Es decir, sacrificamos el presente por el futuro, sin importar cuáles serán los medios empleados, en tanto declaremos que nuestro propósito es el de producir un resultado que beneficiará al hombre.
Contamos con una magnífica estructura de ideas para justificar el mal
El aprender es extraordinario; aprender, no acumular conocimientos. Acumular conocimientos es una cosa por completo diferente. Lo que llamamos conocimiento es comparativamente fácil, porque es un movimiento de lo conocido a lo conocido. Pero aprender es un movimiento desde lo conocido a lo desconocido. Sólo así aprende uno.
La relación basada en necesidades mutuas sólo genera conflicto.
Nos usamos el uno al otro para un propósito, para una finalidad. Con una finalidad en perspectiva, la relación es inexistente. Usted puede usarme y yo puedo usarle. En esta utilización perdemos contacto. Una sociedad que se basa en la utilización mutua de sus miembros es el fundamento de la violencia.
El amor a lo que es, es el principio de la sabiduría. Solamente el amor comparte, sólo en el amor hay comunión; pero el renunciamiento y el autosacrificio son los caminos del aislamiento y de la ilusión.