Pero estar ante él, vestido de higiénico azul y armado de sus extraños y torturantes instrumentos, es respirar quedo y contar minutos -que son interminables-, mientras él revisa, comprueba, cambia aparatos, escudriña. Conozco el techo, el hilo musical, cada una de las bombillas de bajo consumo de su consulta, a la espera de su veredicto. Aguanto el oxígeno que apenas entra, a la vez que él se sonríe bajo la mascarilla:
- Efectivamente, Negre, hay que arreglar ese empaste. Por eso te dolía.