Heme aquí, solazándome mientras voy escuchando ‘la canción más hermosa del mundo’.No me cabe duda (no creo que sea el único) de que el proclamado seudotrovadorRicardo Arjona quería copiarle el tono en un remedo de canción -por cojuda einfantil- que optó por llamar ‘Tú’,en la cual entre otras cosas aludía a Superman y la kriptonita como colofón.Sí, ese mismísimo pirata, que algún sabio del marketing musical promocionó como ‘el poeta de América’, al menosen su gira por Bolivia, años ha.Puestas las cosas en su sitio, empecemos diciendo que, no hay forma deno asociar a este escuálido español con la ‘nocturnidad y alevosía’ con querompe o sabotea la poca energía que aún queda en el espíritu de los mortales,hastiados de la ‘alegría de vivir’ y la ingenuidad que ello conlleva y cuyomejor método es abrir las heridas del alma a portazos, pero eso sí, con muchoestilo o mejor dicho, aderezado con elregusto rasposo y nostálgico de unwhiskey on the rocks.No hay ser, mejor esperpéntico, horrible o hiperdesgraciado que no seareivindicado por la guitarra solidaria y los versos crudos pero sublimes deeste ‘loco’ que se olvidó de visitar al psiquiatra y en su lugar mandó unospájaros con sombrero de bombín, cual tarjeta de presentación. No hay tirano opoderoso, mejor con pinta de fantoche, que no reciba un homenaje en el sentidomás lúdico del ridículo, así como no existe mejor musa que Juana la Loca o una puta de proporciones bíblicas y aunqueno quede sitio para nadie, Sabina siempre se las ingenia para sacar el látigo oel consuelo opiáceo a proporciones iguales.Casi no existe canción en su variopinto repertorio que no sepa a dejoamargo, a oscuridad de taberna como refugio inevitable de los desesperados.Pareciera que este camaleónico trovador, entre cada verso y cada cigarrillohace un paréntesis etílico como sustrato inspirador en que necesita cimentarsus delirios musicales y maneja como nadie, ya sea el bolero, el flamenco, laranchera o el rock and roll, perosiempre con su sello personalísimo que resulta imposible no reconocerlo.Y cómo no, quién mejor que él para dejar su huella en el corazón de losdespechados, como pajarraco poesianoque se posa inconmovible en el umbral de los sueños rotos, marcando las horasde un tiempo que nunca sucedió, o como sabio doctor o brujo del desamor, lamejor receta o pócima para el olvido son ‘19 días y 500 noches’.Allá donde convergen los caminos de la soledad y de la melancolía, hay unatracador de ilusiones esquivando con habilidad de equilibrista a los ‘conductoressuicidas’ y mientras escudriña a vuelo de pájaro el barrio de laalegría en el que nunca podrá posarse, no le cabe otra cosa que elegir comoexilio la excusa de una vuelta por los mares del sur. ¿Sería casualidad quebautizara su última gira como ‘dos pájaros de un tiro’?Y mientras el amarillento manto se apoderaba de los parques de Madrid yla estación de Atocha bullía de gentío, uno a uno, iba yo reconociendo losrincones y fantasmas que Joaquín canta con elocuencia de juglar cosmopolita. Síseñor, yo también estuve en Madrid, como ave de paso, pero estuve ahí y, si eldestino me hubiera permitido nacer madrileño, sería también del Atleti, comoél, cuya hinchada o sufrida afición es lo más cercano a una feligresía, fiel ydevota hasta la locura.¿Y de dónde me nace esta devoción por la religión sabiniana? no lo sé, si de bohemio tengo lo que tengo de nórdico,soy más bien abstemio por filosofía y por esto del fútbol que castiga loscuerpos sin lucidez. Tal vez porque miinsomnio crónico no halló mejor receta o tal vez porque soy obsesivo ymachacón, nunca me cansaré de degustar ‘seis tequilas’ Sí, hasta la embriaguez.