Usan sábanas blancas. Una lisa, una con una pasamanería, una con un borde celeste, una con un broderie.
Usan toallas blancas. Una lisa, una con tramas a rallas o con pequeños cuadrados, pero siempre blancas.
Llevan a lavar sus sábanas y toallas al lavadero de la esquina.
Las señoras del lavadero ponen las sábanas de Joaquín en una máquina y las de Marisa en la de al lado. Cuando están listas, las de Joaquín van hacia la izquierda y las de Marisa a la derecha. Una especie de gesto automático para no mezclar las prendas de diferentes clientes.
Pero algo pasa. Un teléfono, una clienta, un mate, o algo así.
Se cruza una mano de izquierda a derecha y otra de derecha a izquierda. Nadie lo nota. Se arman los paquetes, se les pone el nombre a cada uno y salen las sábanas a cada cama y las toallas a cada baño.
Y nadie lo nota.