Si usar un verso de uno de los mejores poetas de la literatura española, Gil de Biedma, como titulo de una primera novela ya es pretencioso, leer este libro, con más de seis ediciones vendidas, es un acto de pérdida de tiempo irreversible que quizás el propio autor debiera devolvernos algún día.
Se nos narra la historia del arribista del octavo tercera que llegó a ser el líder de las tardes televisivas de nuestro país. El centrarse en la homosexualidad como hilo argumental hace aguas a las pocas páginas y meter un "polla", "correrse" o "follar" cada dos páginas convierte el texto en algo escandaloso para las señoras de tarde en el Corte Inglés de Goya y café a 4 euros y en un verdadero bodrio para los lectores habituales de literatura de verdad.
Cuando el autor se cansa de narrar su aventura con Daniel, su admiración por la Rigalt y lo mal que lo pasó en una Badalona de la que reniega, le da por transformarse en su padre e incluso en su madre para algunos pasajes de la obra. Ni Bukowksi se atrevió a escribir nunca cómo su madre le dijo a su padre que le lamiera el sexo, y vicecersa.
Lo más emotivo del libro es el pasaje en el que el padre del protagonista fallece. Lo es porque por desgracia muchos hemos pasado por lo mismo e incluso seguimos teniendo a gente enferma de cáncer a nuestro alrededor. Por lo demás, el autor no ha evolucionado absolutamente nada desde que trabajaba en Pronto hasta nuestros días. Es más, esto es un artículo de la citada revista de más 100 páginas que se convierte en el relato de un tío que se fue a Madrid a follar, a vivir su sexualidad libremente y a hacerse millonario. A quien Dios se la de San Pedro se la bendiga pero de ahí a vendernos esto como una gran novela va un gran mundo. Ojalá todos los escritores de este país tuvieran cuatro horas cada día para promocionar su novela como lo hace Vázquez. Eso sí, para los que piensen que es el regalo perfecto para la tía Mari que piensa que el autor es una persona encantadora deben saber que es más que probable que su familiar les tire el libro a la cabeza por escandaloso, para esas personas, y por infame.