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Jorge Leiva: «La diferencia entre un buen traductor y uno malo radica en el amor propio»

Publicado el 10 abril 2012 por Ismaelpardo @ismael_pardo
Hace un par de meses os dejaba aquí mismo en el blog las dos primeras crónicas del I Curso de Ortotipografía y Corrección de Estilo, mejor conocido como #ortUMA11 por redes sociales como Twitter. Fue entonces, durante el curso, cuando decidí pedirle una minientrevista a la persona que había hecho que todo aquello fuera posible. Creía que era una buena oportunidad para que una persona con tanta experiencia como para montar un sarao así me/nos contara su experiencia en primera persona.
Jorge Leiva: «La diferencia entre un buen traductor y uno malo radica en el amor propio»Jorge Leiva Rojo (que es esa persona de la que os estoy hablando) es profesor titular de la Universidad de Málaga. Podéis leer una pequeña reseña de todo lo que ha ido haciendo durante su vida, tanto estudiantil como profesional, en la segunda crónica del I Curso de Ortotipografía y Corrección de Estilo (#ortUMA11), que os traje ya hace más de dos meses.
Sin muchos más rodeos, creo que es hora de que esta entrevista comience. La verdad es que he estado esperando esta entrevista durante mucho tiempo para poder compartirla con vosotros. Así que allá vamos.
1. ¿Cómo surgió la idea de hacer este curso? Esta idea llevaba ya unos cuantos años en mi cabeza, pero nunca se daba el momento oportuno (montar un curso de este tipo supone dedicarle bastante tiempo). Me propuse que de este curso académico no pasara y, por suerte, salió adelante.
2. ¿Era la primera vez que presentabas este tipo de curso? En el grupo de investigación al que pertenezco he participado ya en varios cursos, en algunos como director y en otros como docente, pero era la primera vez que me embarcaba en un curso de este calibre. Está claro que la experiencia de los cursos anteriores ha servido, no quiero imaginarme montar un curso como este sin conocimientos previos de ningún tipo.
3. ¿Qué expectativas tenías antes de que empezara el curso? Sinceramente, no sabía que fuera a tener tan buena acogida. Incluso me planteaba la posibilidad de que no se pudiera ofrecer este año, ya que la situación económica no es ni mucho menos favorable. En cualquier caso, tenía muy claro que quería dedicarle todas las horas que hicieran falta para ofrecer un curso con los mejores profesionales posibles a unos precios razonables.
 4. Una vez terminado, ¿crees que se han cumplido? ¿Por qué? No se han cumplido: se han superado. Y mucho. Se cubrieron todas las plazas en el período de preinscripción (por dar solo un dato: en el primer día de preinscripción se preinscribieron 80 personas), y al final la asistencia de alumnos superó los 170 alumnos (venidos de varias partes de España), y sin hacer apenas publicidad. La asistencia de alumnos deja claro que ha sido todo un éxito, pero igualmente estoy muy satisfecho por el nivel de las charlas que se ofrecieron: creo que la calidad ha sido muy alta; los ponentes se mostraron entusiasmados por venir a un curso en el que se habló única y exclusivamente de ortotipografía y corrección de estilo, y más de uno me dijo que estaba haciendo mucha falta un curso de este tipo. En cuanto a la opinión de los alumnos, que es lo que realmente importa, creo que podemos estar todos muy contentos. Hay cosas que mejorar para la próxima edición (por cierto, ya estamos empezando a pensar en ella), pero eso es lo motivador de todo esto: hacer que la segunda edición sea mejor que la primera.
5. ¿Fue muy difícil decidir quienes querías que vinieran? En absoluto: desde el principio lo tuve muy claro. Me he quedado con la pena de que no pudiera venir José Martínez de Sousa, pero creo que la preparación y las dotes comunicadoras de los ponentes fueron en todos los casos difíciles de superar. Por cierto, es preciso decir que de no haber sido por la dedicación y disponibilidad de todos y cada uno de los ponentes (en todos los aspectos: tema de su charla, fecha, etc.), el curso no habría sido posible. No me dieron más que facilidades para hacer la organización del curso más sencilla.
6. ¿Crees que las personas que han venido al curso van a poder usar los recursos que han aprendido? Ese era el objetivo del curso, y esa es mi esperanza. Se ha cargado material de algunas charlas en el espacio virtual del curso, con ese objetivo precisamente, y dentro de poco tiempo estará disponible íntegra la charla que dio Juan José Arevalillo. En cualquier caso, considero que lo más importante de estos cursos no es aprenderse de memoria cuándo debemos usar coma, punto y coma, negrita, cursiva y demás, sino que lo importante es saber dónde encontrar esa información. Luego, con la práctica, el traductor aprenderá aquellas reglas que precise usar con más frecuencia.
7. Cambiando de tema, ¿cómo es ser profesor universitario? No sabía que una pregunta aparentemente tan sencilla me iba a costar tanto responder. Ser profesor tiene mucho de vocación. De hecho, no me imagino dando clases sin tener motivación. Es cierto que este trabajo tiene muchas cosas positivas: el trato con personas, conocer qué hacen otros profesores en otros sitios, investigar, pero los aspectos negativos (que algunos hay) pueden hacer que este trabajo se haga muy cuesta arriba si no se tiene motivación. Para mí, puede sonar a tópico, pero dar clases es un compromiso: se supone que el profesor tiene que enseñar a sus alumnos todo lo que sabe para que sea mejor que él cuando termine la carrera. Da un poco de vértigo, pero creo que bien pensado es así.
8. ¿Has acabado en la universidad porque querías dedicarte a la docencia desde un principio? Es curioso: antes de empezar en la universidad no había sentido que me llamara la atención terminar dando clases, a pesar de que mi madre es maestra. Sin embargo, recuerdo que al poco de empezar la carrera lo empecé a ver claro: me gustaba la traducción, me atraía la docencia y decidí luchar por intentar ser profesor de traducción. Con esfuerzo y dedicación, finalmente lo conseguí. Tenía 23 años y estaba en los Estados Unidos con una beca de lector de español, aprendiendo muchísimo y viviendo una oportunidad única; me salió la oportunidad de dar clases de italiano en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, pero solo tenía diez días para dejar lo que estaba haciendo y empezar a trabajar en Sevilla. Recuerdo que compré el billete para volverme a España sin saber siquiera lo que iba a ganar en Sevilla: no me importaba, iba a trabajar en lo que quería. Mandé un mensaje de correo electrónico a mis amigos y familia informándoles de las novedades. En el mensaje les decía algo así como «ahora soy lo que quería ser de mayor». Imagínate qué ilusión, conseguir lo que te habías propuesto. De los primeros días tengo varios recuerdos: los nervios que pasaba (nunca sabía cómo iba a terminar la clase) y que los bedeles no querían dejarme el casete para la clase porque decían que tenía que ir el profesor a recogerlo.
9. ¿Crees que la diferencia entre un mal y un buen traductor se debe a la formación universitaria o a la formación complementaria que un traductor debe buscar por su cuenta? Buena pregunta, y difícil. Creo que la diferencia radica básicamente en el amor propio. Está claro que la formación que se recibe en clase hace mucho, pero si un futuro traductor no tiene interés por seguir aprendiendo, al final va a tener una serie de conocimientos que le va a costar poner en práctica. Siempre intento decirlo en clase: cada año salen muchos licenciados y graduados en Traducción e Interpretación que, si se limitan a estudiar lo que se da en clase, tienen conocimientos muy similares. Hay que intentar saber diferenciarse de la mayoría, bien en cuanto a experiencia laboral, formación académica, estancias en el extranjero o conocimientos lingüísticos. Toda ocasión de formación para el alumno de traducción debe ser poca. Y, por cierto, considero que es muy importante tener un buen nivel de conocimiento de lenguas extranjeras, pero no podemos dejar de lado nuestra lengua materna, cosa que solemos descuidar muchas veces.
10. Para terminar, ¿piensas que la traducción es un mundo infravalorado por el resto? Sí, pero básicamente como todos los campos especializados o muchas profesiones: los del sector siempre se consideran infravalorados, menospreciados. No creo que haya que perder el tiempo lamentándose, sino que considero que lo mejor es predicar con el ejemplo, es la mejor forma de educar al cliente, que es al fin y al cabo lo que más nos debe interesar, pero, eso sí, teniendo muy claro que debe darse un mínimo en cuanto a las condiciones en las que trabajemos. Si trabajando somos un ejemplo de profesionalidad, seriedad y cumplimiento de plazos (y, muy importante, de instrucciones), el cliente seguirá contando con nosotros. Y esa tarea ya es lo suficientemente difícil de lograr como para dispersarnos con otras luchas.
Y hasta aquí la genial entrevista a Jorge Leiva. ¿Qué opináis de ello? ¿Creéis que tiene razón? Yo me he visto totalmente reflejado en todo lo que ha dicho, la verdad. Espero vuestras opiniones al respecto.
Un saludo desde Málaga al mundo.

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