Os voy a confesar una cosa: en ocasiones... veo adultos. Hay días en los que me da por sentarme a escuchar conversaciones ajenas (padres, tíos, primos mayores que yo, amigos de mis padres) de esas que tratan sobre los jóvenes de hoy en día. Es un tema recurrente cuando se tienen ganas de rajar, como la política o el fútbol o Belén Esteban.Lo que pasa es que con Belén Esteban todo lo malo que se pueda decir sea probablemente cierto, pero con los jóvenes... no. Porque son muchos, y no todos iguales.
Decían mis padres una vez que los jóvenes no se enteran de nada, no tienen interés por aprender, no están en el Mundo. Que ellos con 20 años luchaban por lo que querían, que leían más, que difrutaban de forma más sana que haciendo botellón.
Y yo lo único que puedo pensar es que, escuchando eso, los ignorantes que no tienen interés por aprender son ellos y que todos olvidamos muy rápido quiénes fuimos cuando nos hacemos más viejos.Porque yo conozco jóvenes de entre 18 a 30 años que se enteran de todo mucho antes que mis padres. Que están acostumbrados a moverse en redes sociales y que, con sólo un par de clics, inundan la pantalla de su iphone de la más rabiosa actualidad. Jóvenes que crean actualidad en sus blogs, en sus foros, en sus artículos para periódicos digitales.
Yo conozco jóvenes que tienen mucho interés por aprender. Que estudian una o dos carreras a sabiendas de que van a terminar trabajando en el McDonalds de todos modos. Que tienen 20 años y dominan 3 idiomas. Que están al día, que son capaces de evolucionar y adaptarse a los nuevos tiempos, y que nada más salir un nuevo gadget al mercado corren raudos a informarse para saber de qué manera podrían sacarle partido y hacer así su vida un poco más fácil y su trabajo más eficaz. Jóvenes que trabajan de becarios en empresas explotadoras eternamente, con un sueldo miserable y haciendo casi todo el trabajo duro. Jóvenes innovadores, que crean ideas de negocios. Jóvenes a los que se les exige que sean emprendedores, pero no se les da medios para serlo. Jóvenes preparados para comerse el mundo que tienen que irse a otras ciudades o países para seguir aprendiendo, evolucionando, creciendo... porque aquí no pueden hacerlo. Jóvenes que no le tienen miedo al cambio.
Yo conozco jóvenes con los pies en la tierra. Chicos y chicas conscientes de lo duro de ese futuro que les han legado, y que aún así siguen luchando. Jóvenes que se indignan, que ejercen su derecho al voto, que se expresan en voz alta, que alzan su voz cuando otros deciden por ellos sin preguntar. Jóvenes que prefieren abordar con sentido del humor temas muy serios que, de otra forma, habrían terminado por consumirles. Jóvenes que se intentan rebelar y sufren cuando les imponen el plan Bolonia, porque piensan que cuando algo es bueno no hay que cambiarlo. Jóvenes que tienen amigos en Japón, en Noruega, en Alemania, y que saben de primera mano lo que ocurre al otro lado del Planeta. Jóvenes que ya no piensan en homosexual, negro, moro, lesbiana, ateo... sino en personas. Jóvenes que no critican lo diferente, sino que tratan de aprender y adaptarse.
Yo conozco jóvenes que van al teatro por puro placer de viernes noche. Que devoran libros (en papel o en formato digital, pero libros al fin y al cabo) y se siguen emocionando con el tremendo final de la saga que estuvieron esperando durante años. Jóvenes que se reúnen para ver cine clásico y quedarse después charlando sobre la película durante horas. Chavales que siguen durmiéndose cada noche con la radio puesta, como hacía mi abuelo.Chicos y chicas que no necesitan beber para pasárselo bien, pero que aprecian el calor de una cerveza con los amigos en el pub de siempre, los martes por la noche, jugando al trivial y arreglando el mundo. Que juegan a videojuegos, sí, pero siempre con colegas a los que poder chillar de un dormitorio a otro. Jóvenes que bailan, que cantan en coros y en karaokes, que ríen a carcajadas, que trafican con música, tarta y chocolate, que hacen deporte, que se van de picnic los sábados para disfrutar del sol y la naturaleza, que se graban expresando sus ideas para compartir un pedacito de su mundo en Youtube, que juegan al billar, que buscan la receta de la hamburguesa perfecta, que convierten un piso helado y gris en un lugar acogedor donde me encanta perderme, que se ensucian las manos cocinando, que forman grupos y tocan instrumentos, que van por ahí coleccionando chapas para hacer pulseras, que saben reírse de ellos mismos y que no tienen sentido del ridículo. Que son capaces de apreciar el encanto de lo simple y de disfrutar al máximo cada segundo de su juventud, conscientes de que esos momentos no se repetirán.
Yo conozco a Alfredo, a Jessi, a Alicia, a Sergio, a Ana, a Jorge, a Migue, a Jose, a May, a Diego, a Alejandra, a Helena, a Ángel, a Miguel, a Paco... y cada día que pasa me siento más orgullosa de ellos.
Ojalá todos esos que critican a los jóvenes de hoy en día también les conociesen porque, (quién sabe) puede que ellos también les pudiesen enseñar cosas o que, incluso, les recordasen a alguien.