Todos sabéis ya que soy una romanticona pava y que me gusta la poesía, y hay un poema que recuerdo de mi época escolar que me llamó especialmente la atención, aunque no por lo que debería haberlo hecho:
VESTIRSE DE BLANCO
Yo dije que me gustaba
-ella me estuvo escuchando-
que, en primavera, el amor
fuera vestido de blanco.
Alzó sus ojos azules
y se me quedó mirando,
con una triste sonrisa
en sus virjinales labios.
Siempre que crucé su calle,
al ponerse el sol de mayo
estaba seria, en su puerta,
toda vestida de blanco.
(JUAN RAMÓN JIMÉNEZ)
Pues bien. -¡Qué bonito!,- exclamaron todos mis compis de clase al leerlo el profesor en voz alta. Menuda tonta, pensé yo.
Y es que ya desde pequeña tenía ese sentimiento de orgullo y nomecambiarás que me ha dificultado tanto la vida en pareja hasta hoy. Creo que a veces soy demasiado radical, y en esto de "ceder" o "sacrificarse" por la otra persona no tengo muy claro qué es correcto o qué no lo es. ¿Debemos dar nuestro brazo a torcer por la persona que queremos, aunque eso signifique cierta pérdida de nuestra personalidad y esencia? ¿Debemos, en cambio, mantenernos firmes aunque eso suponga un perjuicio para el otro?
En el poema de Juanra el "sacrificio" era mínimo, (vestirse de blanco para gustar), pero a veces la cosa es más complicada. Por ejemplo, cuando uno de los dos fuma y el otro no. O cuando uno lleva rastas y la otra persona no las soporta. O cuando uno quiere veranear en la playa y el otro tiene pánico a los tiburones. O cuando ella adora bailar salsa, y a la otra persona no le gusta que vaya a bailar con desconocidos que la sobeteen.
Como os decía, yo he tendido siempre al "lo siento mucho, pero soy así y no pienso cambiar", pero en ocasiones creo que he sido injusta precisamente por eso. Si algo no me supone un sacrificio pero hace feliz al otro, ¿por qué no?
No sé, no sé. A fin de cuentas nunca fui buena con las relaciones; lo mío es el WOW.