Jugando con fuego

Publicado el 23 junio 2017 por Emiliomolinar @EmilioMolinaR

Estoy seguro de que todos estáis en mayor o menor medida informados de lo que ha ocurrido en Portugal. Me refiero al enorme incendio forestal que ha asolado miles de hectáreas de bosque, dejando a su paso varios muertos y un buen número de heridos que nos recuerda, una vez más, lo vulnerable que es la naturaleza, sea por la acción de los elementos (se dijo que podía haber sido producido por un rayo) o, como parece más probable a la par que triste, por la mano del hombre.
Este no es más que el último de una casi infinita lista de sucesos, los cuales en su mayor parte son perpetrados por "personas" que sin sentir la más mínima empatía hacia el mundo natural anteponen sus propios intereses egoístas con beneficios a corto plazo haciendo válido aquello de "el que venga detrás, que arree...", y no se dan cuenta de que no solo fastidian a los demás sino que también ellas mismas son o serán con el tiempo víctimas de su propia maldad.
Anoche, en su programa hecho desde casa, Iker Jiménez habló del fin del mundo o, más en concreto, de los diversos "fines del mundo" que este planeta ya ha vivido a lo largo de su historia. El ejemplo más popular es sin duda el de la extinción de los dinosaurios pero tanto antes como después ha habido multitud de episodios que se han llevado por delante miles de especies además de poner en jaque a muchas otras. El último de esos eventos, a nivel climatológico, tuvo lugar durante el final de la última glaciación, hace más o menos unos 11000 años, y provocó un caos que, a día de hoy, haría desaparecer toda nuestra civilización de un plumazo.
Pero tanto este suceso como todos los anteriores, como por ejemplo la formación de las llamadas Escaleras Siberianas que son en realidad una gigantesca meseta de capas y capas de material volcánico que se formó a lo largo de un millón de años de erupciones ininterrumpidas y que puso contra las cuerdas a toda la vida existente entonces, son acontecimientos puntuales producidos por las propias fuerzas de la naturaleza. Ahora sin embargo somos nosotros, los hijos de la revolución industrial, quienes estamos forzando la maquinaria terrestre hacia límites de los que solo ahora algunos son verdaderamente conscientes mientras los de siempre (el "amigo" Donald Trump entre otros) miran para otro lado y hacen oídos sordos de cualquier advertencia sobre las consecuencias que sin duda afectarán a la futura habitabilidad de nuestro hogar planetario.
Gases nocivos en la atmósfera, contaminación de las aguas y de muchas otras zonas del mundo, el ruido infernal de las grandes ciudades, el consumo desmedido de recursos y tantas otras cosas que están haciendo que sea cada vez más duro soportar los desórdenes climáticos. Terremotos, tornados, tormentas y, como durante estos días estamos viviendo, prolongadas olas de calor serán poco a poco más habituales porque, no nos engañemos, esto no hay quien lo pare. Así será al menos mientras, como dije al principio, los intereses personales (mayormente económicos) estén por encima del cuidado del único sitio en el que podemos vivir por ahora. Aunque duela decirlo es evidente que, en cierta forma, tenemos lo que nos merecemos y la única manera de solucionarlo no es cambiar solo nuestros hábitos sino el sistema al completo, de arriba abajo, y dudo mucho que estemos como sociedad dispuestos a hacer semejante sacrificio.
La naturaleza es nuestra madre pero, a pesar de haber demostrado mucha paciencia con sus "civilizados" hijos, esta no va a durar para siempre. Algún día seguro que se hartará, si es que no lo ha hecho ya, y entonces nos vamos a acordar y bien de todo el mal que le hemos hecho, en especial durante los últimos doscientos años. Sé que lo más seguro es que este post, como tantas otras cosas que se escriben sobre el tema, acabe perdido y olvidado en las profundidades de la red pero conviene mantener vivo el mensaje porque, como dice el refrán, "el que juega con fuego, acaba quemándose"...