Revista Talentos

Jugar a los dados

Publicado el 28 diciembre 2017 por Aidadelpozo

Tiramos el dado e hice un mohín fingiendo enfado. Tomás hizo un gesto divertido y arqueó su ceja derecha. Me levanté de la cama y me paseé por la habitación. Lencería negra y olor a incienso de vainilla en la estancia. "No sé, no sé, no me convence este juego. Creo que has trucado el dado", comenté con voz queda, mientras me acercaba hasta él, que también se había levantado de la cama.

Me arrodillé y comenzó el juego... Un rato más tarde, aún jadeante, le tocó tirar a él. Sonreí cuando vi el resultado de su tirada. Me tumbé en la cama y esperé. Cuando su barba comenzó a hacerme cosquillas, le pedí que parara. Alzó la vista y me miró. Sus ojos castaños lo decían todo. Veinte años de matrimonio y aún enamorados.

No comprendia a mis amigas cuando decían, en tono de broma, que sus maridos eran unos sosos en la cama. En sus palabras había, pese al modo de comentarlo, hastío. Tomás no era, en mi opinión, un hombre especial, era un hombre que me amaba. Y yo a él, por supuesto. Y por eso no había rutina. Y no había hombre ni mujer sosos. Ese dado era muestra de ello, como lo eran los otros juguetes.

La primera vez que cambió mi regalo de cumpleaños habitual, bolso, pañuelo o perfume, por un conjunto de lencería; me sentí francamente contenta. Le pregunté por qué lo había hecho y me respondió que, simplemente, era un regalo para él, no para mí. Dentro del paquete, discreto y elegante, nuestro primer juguete para adultos.

Esta mañana decidimos ir a Arroyomolinos a hacer las últimas compras de Navidad, pese a que no es nuestro centro habitual de compras. Qué cosas tiene la vida, porque hemos visto a nuestro amigo Carlos, acompañado de una mujer que no era Marta, su esposa y también amiga. Miraban una tienda de lencería. Ella señalaba un corsé negro mientras ponían su cabeza sobre su hombro. No nos ha visto. Ha entrado, cogido de la mano de la mujer. Marta se queja de que Carlos nunca ha tenido el detalle de comprarle lencería y yo la animo a que se la compre ella y le sorprenda. Las parejas no hablan, no se comunican, y así acaba todo. Dos desconocidos compartiendo vacío y mentiras.

Tomás y yo nos hemos mirado y él me ha dicho al oído: "cada vez estoy más contento de jugar a los dados contigo". Tomás continúa y llego al orgasmo. Ahora, mi segunda tirada. El dado cae encima de la cama y ambos nos miramos con una mirada cómplice. Alea jacta est.

JUGAR A LOS DADOS

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