En esta ocasión me voy a limitar a reproducir el relato que un usuario de una conocida web contaba hace apenas un mes.
Una historia que refleja muchos de los problemas de las grandes empresas, especialmente el de una política de empleo que valora más la antigüedad del empleado que sus méritos.
Todo empieza cuando nuestro protagonista, para el que me he inventado el nombre de Carlos, pregunta públicamente a los demás usuarios de la web si consideran inmoral la forma en la que hace su trabajo.
Él fue contratado para un trabajo que consiste en la digitalización de datos. Es decir, Carlos se debería pasar el día transcribiendo texto a su ordenador.
Y digo debería porque al poco de entrar en este puesto se da cuenta de que con su poco conocimiento de programación puede automatizar gran parte del trabajo.
A los pocos días de haber programado una sencilla rutina, Carlos ya es capaz de transcribir 1.000 documentos a diario con un 99,6% de precisión (mientras que cada uno de sus compañeros transcribe entre 60 y 100 documentos al día con una precisión que oscila entre el 85% y el 90%).
El dilema moral aparece porque parte del sueldo de nuestro protagonista, y el de cada uno de sus compañeros, es variable en función del número de documentos transcritos y la precisión con la que se hace. Carlos acumula el 90% de todo el dinero disponible para estos bonus.
Pese a que gana mucho y trabaja poco –8 horas semanales según sus propias palabras–, animado por los comentarios de los demás usuarios se aventura a contarle el método a su jefe, con la esperanza de que la innovación sea reconocida y adoptada por la empresa para ahorrar dinero.
Y aquí empieza la locura. Su jefe le despide inmediatamente por haber utilizado tiempo de la empresa en algo para lo que no había sido contratado.
Nada más salir del edificio Carlos llama al jefe de su jefe y le cuenta lo ocurrido. También le cuenta que puede acelerar los procesos de la empresa, aumentar su precisión y ahorrar mucho dinero.
El jefe de su jefe le dice que si todo esto es verdad, estará más que dispuesto a escucharle, y así quedan una semana después.
Afortunadamente, esta vez sí, lejos de enfadarse, su superior valora el enorme talento de Carlos. En esta conversación, y entre risas, sale a relucir que Carlos ganaba más dinero que su anterior jefe.
Para que esta historia acabe bien, a nuestro protagonista le ofrecen trabajar como ingeniero de software en la misma empresa, un trabajo muy superior al anterior y con un sueldo fijo que equivale a su sueldo anterior más bonus.
Carlos acepta con la condición de que no se despida a sus anteriores compañeros, lo que se cumple casi totalmente, porque su jefe anterior se ve obligado a firmar el finiquito.
Mil conclusiones se pueden sacar de esta historia, ¿cuál es la tuya?, ¿cómo hubieras actuado si te hubieras encontrado en la misma situación que Carlos?, ¿y se te hubieras visto en la posición de su primer jefe?
Fuentes: historia original de mano del protagonista: I y II.
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Este post Justicia divina con un jefe incompetente fue publicado originalmente en mongemalo.es.